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El gesto de la muerte

Por Oscar M. Prieto , 5 marzo, 2020

Venecia, palacio del disfraz, no se ha puesto este año la máscara de carnaval. Por el mundo pululan, sin embargo, cientos, miles, millones de seres humanos disfrazados con una mascarilla, van vestidos de miedo e infausta prevención y profilaxis. Ciudades a cal y canto, como serie de terror y pesadilla. Cuarentenas. Fronteras en las que en lugar de lirios florecen alambradas. Refugios. Supermercados desabastecidos igual que en algunas tiranías. Qué imagen más desoladora la de estanterías vacías. Los ladrones han descubierto que menos arriesgado y más lucrativo que bancos y joyerías es robar en hospitales. Los magnates han dejado de invertir en arte y oro como valores seguros y apuestan sus fortunas por los desinfectantes. Las motos no competirán. Los estadios permanecen sin goles. Las iglesias sin fieles –algo que en parte ya ocurría-. Los museos, el mismo Louvre, sin turistas, lo que quizás algunas obras maestras agradezcan. En definitiva, el pánico se extiende como la nocilla sobre el pan. Pánico que viene del miedo que provocaba el grito del dios Pan cuando lo despertaban de la siesta –normal- y que en psiquiatría se corresponde al miedo que desorganiza el conocimiento, vuelve apragmáticas las conductas y es camino seguro a la locura.

Pruebo una dosis de literatura como fármaco contra el coranavirus, al menos contra el miedo al coranavirus. Un cuento de Cocteau: “Un joven jardinero persa dice a su príncipe: -¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán. El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta: -Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza? -No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán”.

Podemos cancelar viajes, no asistir a ferias ni congresos, descartar festivales y conciertos, incluso dejar de darnos besos, pero todo será en vano. La muerte, siempre puntual, nos encontrará en el lugar y a la hora en que estemos citados, por mucho que alteremos planes y trayectos. Así que, besémonos.

Salud.

www.oscarmprieto.com

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