El jaque mate chino
Por Rosario Fernández , 28 abril, 2014
Muy despacio, pero el mundo está cambiando. Pequeños acontecimientos que en el presente no resultan importantes se van sumando hasta generar cambios que luego afectarán en el futuro a nuestro modo de vida. China es paradigma de esto. ¿Quién hubiese dicho hace tan solo cincuenta años que los comercios chinos inundarían nuestras calles? Nadie lo hubiese afirmado ni creído. Pues en este momento están ocurriendo hechos que hacen pensar a los expertos que en las próximas décadas China dejará de ser la fábrica barata del mundo para convertirse en el epicentro del consumismo mundial .Un cambio que daría un giro de noventa grados a nuestro actual estatus económico mundial. Un poco de historia.
Hace ya tiempo que China decidió dar el salto y zambullirse sin miedo dentro de la economía de libre mercado. Tras el fracaso de los planteamientos comunistas y muerte de Mao Zedong y especialmente a partir de los años 80, China empieza un proceso de intensificación de su producción industrial y de exportación. Desde entonces el crecimiento económico chino ha sido brutal, convirtiéndose hoy en día en la principal potencia comercial del mundo, superando incluso a los Estados Unidos. En treinta años China se posiciona como uno de los principales países manufactureros y exportadores. El modelo exportador chino, basado en adquirir las materias primas en el exterior, manufacturar en el país con mano de obra barata y sin normativa de control que frene el proceso y enviarlos hacia Europa y Estados Unidos, principalmente, donde se venderán a muy bajo coste, tiene un éxito aplastante. Y como consecuencia, las exportaciones chinas están presentes en todos los países del mundo. Este sistema ha funcionado durante más de tres décadas y sacó a millones de chinos de la pobreza. Desde 1978 hasta 2011 este país registró una tasa anual de crecimiento de alrededor del 10% como resultado de la expansión de su comercio internacional. Por otro lado, China se convirtió en un fuerte punto de atracción de la inversión extranjera directa a la vez que generaba crecientes inversiones hacia el resto del mundo. Son muchas las empresas que deciden trasladar sus negocios a China, o abrir sucursales en el país, con el fin de ampliar su mercado e incrementar sus relaciones comerciales. A nivel interno China ha fomentado las inversiones estatales en la construcción especialmente de viviendas, puentes, carreteras, aeropuertos…de esta forma ha conseguido aumentar los niveles de empleo.
Pero esta situación está cambiando. El dragón chino pierde fuerza. A nivel internacional la llegada de la crisis económica ha hecho que disminuyera la eficacia de sus exportaciones por la crisis de sus principales compradores Y parece quedar claro a la luz de los datos que la economía china ya no crecerá al mismo ritmo del 9% anual o más. No obstante la desaceleración está siendo lenta y en 2013 creció un envidiable 7,5%. En el interior del país la excesiva inversión pública ha provocado un importante aumento de la deuda y una enorme burbuja inmobiliaria. El modelo es insostenible. Estas han sido las razones de peso que han llevado al gobierno chino ha replantearse este modelo basado en exportaciones e inversión pública. Su misión si quiere sobrevivir será la de ir introduciendo las reformas oportunas para evolucionar a otro sistema más desarrollado basado en el consumo interno y la inversión privada. A todo esto se unen otros cambios importantes, China ya no puede depender de las exportaciones por cuanto el Yuan, la divisa china, ha aumentado su valor por la gran demanda de productos chinos y esto ha provocado un encarecimiento de los mismos y una subida de los salarios. Como consecuencia los capitales extranjeros huyen hacia otros países menos desarrollados con mano de obra barata y abundante.
Pero lo más importante de todo este proceso es la aparición en China de un consumidor cada vez más numeroso y exigente. El país se ha ido convirtiendo en el segundo consumidor del planeta, otro ejemplo más de que China está lista para el cambio. En el año 2020, los más ricos de China, representarán el 5% del consumo global y estará integrado por 280 millones de consumidores. Una apetitosa manzana para Occidente. Y junto a ella una clase media emergente y ávida de consumo. En 2010, en los hogares urbanos, sólo un 6% era integrado por consumidores de clase media. Las estimaciones prevén que represente un 51% en 2020. Un auténtico boom del consumismo en China se aproxima y las potencias occidentales se van a disputar este suculento mercado. El problema fundamental del gobierno chino será el de fomentar el consumo, ardua tarea que exige aumentar las inversiones públicas en sanidad, educación y pensiones, distribuir mejor la renta y repartir los beneficios estatales y esto dentro de un país con grandes desequilibrios sociales.Desde el punto de vista social deberá enfrentarse a los grupos que se han hecho fuertes con el actual sistema económico. El principal escollo será la resistencia de las élites políticas, los gobiernos locales, el sector del comercio y ciudades exportadoras, todos ellos enriquecidos con los intercambios comerciales. Todavía es una incógnita saber si China será capaz aplicar las reformas necesarias sin revueltas internas y antes de que el sistema exportador explote definitivamente. Hay dos elementos fundamentales de la mentalidad china que hicieron posible primero el “milagro económico” y que ahora también propiciarán un nuevo cambio: el cooperativismo y la capacidad de introspección. Darwin afirmó que la cooperación es lo que hace que las sociedades sobrevivan a las dificultades y esto la sociedad china lo entiende mejor que ninguna por cuanto como grupo humano han conseguido superar las dificultades trabajando por el bien común. Por medio de la introspección se analizan los errores cometidos y se buscan soluciones. Así es como se reconvierte una más que fracasada economía comunista en una libre de mercado para dar salida a los problemas más graves de China. Toda una proeza por cuanto es capaz de volver a reinventarse una y otra vez para poder sobrevivir como nación. Y no le importa caer en contradicciones. El socialismo chino es tan peculiar que ahí cabe de todo, excepto claro está, la libertad y el respeto a los derechos fundamentales del ser humano. Para poder justificar este capitalismo agresivo ante un pueblo cada vez más incrédulo con el poder no ha dudado incluso en rescatar después de cincuenta años el Confucionismo. La Revolución cultural llevada a cabo por Mao convirtió a Confucio en un enemigo, lo eliminó de un plumazo. Se le consideraba clasista y feudal. Este filósofo sostenía que la mayoría de la población debía someterse a las autoridades gobernantes que precisamente ocuparían ese puesto por sus virtudes. Desde este punto de vista, los gobernantes serían seres superiores, una clase más elevada, cuya misión sería la de guiar al pueblo, más ignorante y pueril. La contradicción de que un país comunista practique una economía salvajemente capitalista ha sido perfectamente tamizada a través del confucionismo, y el pueblo, eliminada toda capacidad de juicio objetivo, lo ha asumido con normalidad. Estamos hablando de una dictadura comunista que es aperturista en lo económico pero que en lo político su intención es anclarse eternamente al poder ejerciendo un férreo control de la población en todos los niveles. Reformas económicas las necesarias, pero la reforma de las estructuras políticas no está en los planes presentes o futuro de las autoridades chinas. Pero esto no parece que esté inquietando demasiado a las potencias internacionales más pendientes de lo que puede ganar con China que de hacer valer los valores democráticos. Toda una hipocresía sostenida por un flujo comercial que se ha hecho indispensable para Europa y Estados Unidos. Ahora que sabemos que el consumidor chino es el que dirigirá el concierto económico mundial de las próximas décadas esperemos que su capacidad de decisión no se limite solo a comprar lo último en tecnología o en cualquier otro campo. Esto que está viviendo el pueblo chino ya lo expresaba muy bien George Orwell en su novela 1984 “Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse revelado, no serán conscientes…”. Entre tanto seguiremos pendientes de China que en la partida mundial por el poder económico está a punto de hacer jaque mate.
Pingback: El jaque mate chino