El jardín de las delicias: Gamonal o el verdadero orden público
Por Pedro Luis Ibáñez Lérida , 24 enero, 2014
Por: Pedro L. Ibáñez Lérida
Los ciudadanos se encuentran en la antípoda del tontiloco ejercicio político que niega la abrumadora realidad. En el barrio obrero de Gamonal la colectividad vecinal se erige en legítima autoridad.
Juan Ignacio Zoido, alcalde de Sevilla y presidente regional del Partido Popular -PP- en Andalucía, no duda en mostrar su confianza en José Luis Sanz, secretario general y alcalde Tomares, población de la comarca del Aljarafe próxima a la capital hispalense. Hasta ahí nada significativo ni reseñable, salvo que en este dúo político el segundo de a bordo ejerce de funambulista sobre el finísimo y acerado cable por el que transita desde hace un tiempo a esta parte. Su ayuntamiento está siendo investigado por una presunta contratación irregular. Tres concejales de su partido están imputados. Por si les suena con relación a otros aconteceres andaluces: al parecer se trata de una supuesta vulneración de las normas de contratación del sector público. El otrora mazo político frente a la corrupción del Partido Socialista Obrero Español -PSOE- en Andalucía, que no dudaba en utilizar a machamartillo, ahora se ve envuelto en este entuerto que le dinamita su posible proyección como candidato a las próximas elecciones a la comunidad autónoma. Como diría el refrán popular, «donde las dan, las toman«, aunque el quid radica en la dimensión que adquiere el despropósito político generalizado de mirarse el ombligo mientras la problemática social pasa frente a sí sin apercibirse de ello.
El Tribunal Constitucional, a instancias del recurso del gobierno, ha suspendido la aplicación de la ley probada por el Parlamento de Andalucía, reiterando lo hecho con el decreto cuya pretensión era frenar los desahucios. El argumento del mismo es que invade competencias del gobierno central. Curiosa e ininteligible apreciación para las 200 familias que han solicitado acogerse a la ley y que ahora quedan desprotegidas ante la usura bancaria. Así como aquellas cuyo proceso tiene como final inapelable este cruel destino, cuando el número de viviendas vacías en la comunidad autónoma supera las 70.000. Cervantes pone en labios de Don Quijote la aseveración de este absurdo, «la razón de la sinrazón que a mi razón se hace…» y apostilla con la prestancia más exquisita y consciente, «… si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia«. Virtud de la que carecen las entidades financieras, tras haber sido untadas por el poder ejecutivo con dinero público, no sin antes haber engañado a los ciudadanos con sus desvengorzadas ofertas con las preferentes.
Gamonal irrumpe como garante del orden público. Un orden público alterado por el descreimiento generalizado de los partidos políticos, la lacra de la corrupción revestida de impunidad, la mercantilización de la educación y la sanidad, la precariedad del empleo, la disminución progresiva y acelerada de las prestaciones sociales y, sobre todo, la sensación de cruel resignación por mor de la mediocridad política que impera sin freno. Y a la que los vecinos del barrio obrero de Burgos han plantado cara sin ceder un solo metro de dignidad. Porque menear la silla del alcalde es también sacudir las conciencias reposadas y reivindicar la posibilidad de resistencia. Arrogarse la decisión soberana y democrática como legítimos representantes de los ciudadanos contiene otra perspectiva que no se contempla. Y que no es otra que la del propio ciudadano que quiere y desea ser protagonista de su acontecer social, sin intermediarios que se arrimen a intereses bastardos. Ese es el verdadero orden público, el que no se somete a las alegrías de proyectos que sin aportar nada realmente interesante y de fondo y si superficial e interesado, pretenden cambiar la imagen con una capa de pintura de mala calidad. Hablamos de democracia radical, la que se ciñe a la raíz de las circunstancias y las combate sin depreciar la energía del pensamiento y la acción contenida y contundente en el discurso. Gamonal es síntoma de ese malestar encendido en una pira, en la que arden las miserias y es hoguera de las vanidades de una clase política adocenada y pancista. Y es que como bien señalaba en su decir lírico el recientemente fallecido poeta argentino Juan Gelman, para el hombre no existen límites, «¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre, / hasta aquí, no? / Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas. / Sangran«.
Contacto: pedrolerida@gmail.com
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