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¡Es la mafia, estúpidos!

Por José Luis Muñoz , 11 enero, 2018

Vean la cara de este delincuente. Delincuente, que no presunto delincuente, puesto que tiene una condena en firme por el saqueo de las Tarjetas Black de cuatro años y medio y le queda un largo paseo judicial. Entre otras cosas fue vicepresidente del gobierno de José María Aznar, el que se iba a las Azores, casaba a su hija en El Escorial como si fuera una reina, cruzaba las piernas sobre la mesa de George W. Busch y hablaba en spainglish (todo eso se lo han recompensado), presidente del Fondo Monetario Internacional, una cueva de reptiles en el sentido literal del término, y presidente de Bankia. Al contrario que otros delincuentes, Rodrigo Rato no ha entrado en prisión (su máxima humillación fue cuando fue detenido y esa mano acariciaba su nuca para meterlo en el coche en un ajuste de cuentas entre aznaristas y marianistas) y sigue con la cabeza alta dando lecciones de solvencia, el tipo que causa desastres allá por donde anda.

Compareció ante una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados y esgrimió un tono desafiante de chuleta de barra de bar diciendo que todo lo había hecho bien y la culpa era de otros. Allí no estaba David Fernández, el diputado de la CUP y camorrista, para mandarlo al infierno y acertarle con su zapato, y sus señorías lo trataron con guante blanco. Se rebotó cuando lo llamaron por su nombre, delincuente, por más que luzca el atuendo de vecino del barrio de Salamanca, y defendió lo indefendible, su gestión al frente de una entidad que saqueó en compañía de otros, la evasión de impuestos y el blanqueo de capitales que, según él, no existió, pero le esperan juicios por catorce delitos.

Les confieso que me gusta Rodrigo Rato porque es sincero en todo lo que dice, no es un hipócrita que quiera quedar bien ante los demás, muestra su hocico más siniestro de depredador económico, de psicópata de las finanzas que se mueve a sus anchas en la charca capitalista. No se arrepiente de nada porque, según su criterio,  hizo lo que hacen todos: saquear los bolsillos ajenos a conciencia. Cuando alguien le afeó su conducta, el cobro de comisiones escandalosas, soltó una frase rotunda: Es el mercado, amigo. ¿Es que no saben ustedes que nosotros, los elegidos, los poderosos, lo somos a costa de ustedes, gentuza que no se ha enterado todavía de qué va este juego?

En algunos países antidemocráticos que no respetan los derechos humanos tipos como Rodrigo Rato habrían sido pasados por las armas hace tiempo. No hay que minimizar el delito de estos psicópatas financieros que roban a la población (Es el mercado, estúpido) pues por la misma lógica que hay asesinos en serie o asesinos de masas hay ladrones que con su gestión nos hacen más pobres a todos, a millones de personas. Ese tipo no muestra una pizca de arrepentimiento por lo que hizo porque no tiene nada de lo que arrepentirse según él y si pudiera haría lo mismo en un futuro, o mejor, para que no lo cogieran.

Es un escarnio para todos que el depredador económico ande como perro por su casa luciendo sus caros abrigos y dando lecciones de economía. Rodrigo Rato es la cara despiadada de la psicopatía capitalista, la efigie del desalmado. Me gusta este tipo malo que irá a la cárcel, si no hace un Blesa, y no se reinsertará en la sociedad en la soledad de su celda, convencido de que hizo lo que le tocaba hacer.  Orgullo de clase.

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