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Frances Ha: La rigurosidad de una vida incompleta

Por Mara González , 9 abril, 2014

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Los fans del género, del cine independiente, del director Noah Baumbach y de las propuestas diferentes nos sentíamos incompletos. Por fin se ha estrenado el pasado día 4 de abril en nuestros cines la película Frances Ha, a pesar de que su estreno oficial tuviera lugar ya en el año 2012. Esta gran película, pese a pertenecer a las cintas del año pasado, llega con la fuerza que le imprimen los nombres del director y de su afiliada guionista con quien lo co-escribe y que interpreta a la protagonista: Greta Gerwig. Ninguno «amateur», sus nombres son síntomas de un tipo de cine juvenil, desenfadado y naturalista de esos que aportan calidez a su visionado. Si además contamos con el éxito que ha cosechado este último título: Nominada a la mejor película y mejor montaje en los Independent Spirit Awards 2014, y a mejor actriz en los Globos de Oro 2013, entonces las ganas de verla se multiplicaron. No ha sido hasta que Avalon ha adquirido los derechos de la película, que se ha visto aparecer en la cartelera del país.

En un artículo que hable de Noah Baumbach, ese director y guionista de cine cuya carrera se aleja hasta 1995, cuando se estrena su primera película Kicking and Screaming, hay que evitar el afán por presentar su obra a base de introducir otros nombres grandes.  Por ejemplo, comparándola con la obra de Woody Allen. Esa es una estrategia que entorpece el verdadero contenido de la obra que aquí se presenta además de que los elementos de comparación quedan ya bastante lejanos entre sí. Lo cierto es que esta cinta se adhiere mas a las características de un subgénero de películas independientes Norteamericanas a las que la crítica aún no ha declarado autosuficientes, siempre comparadas con el célebre cineasta o al son de la Nouvelle Vague. Se trata del género «mumblecore»cuyo nombre proviene del susurro, la sencillez en el habla, la frase confusa, etc. Claro, si se le colocan al lado esos titanes de valía ya mas que demostrada, la película resulta pequeñita en comparación: aún le quedaría mucho que aportar, deberían realizarse muchas revisiones, revisiones que establecieran nuevas relaciones entre ella y otros lenguajes artísticos, como es el del videoclip; etc. Quiero declarar aquí que lo único pequeño de esta película es su presupuesto. Y tras decir lo que se quiere no decir, magnífico doble juego informativo, a continuación se presentan algunas de las características del cine mumblecore.

El subgénero Mumblecore tiene una serie de condiciones para cumplir su propósito, el de ser un cine natural, reflejo de una realidad sencilla, de la vida ordinaria, con conversaciones lo mas fluidas posibles. Se dice de estas características que se asemejan al famoso Dogma 95 que estableció el otro cineasta Lars Von Trier, pero distan de parecerse en todo. Así, las películas «mumblecore»suelen (hay excepciones para cada punto) tener presupuestos bajos, dejan algo de margen a la improvisación o permiten la colaboración entre el reparto y el realizador. Aquí Baumbach y Gertry escriben juntos el guión. También pueden hacer uso de actores principiantes (no es el caso) y estar filmados de manera digital. Todo ello para centrarse en las relaciones sociales, en el personaje, a la manera de un Toulouse Lautrec en la pintura al óleo: «Solamente la figura existe». Esta figura es una bailarina, la protagonista de una más de esas vidas que se declaran incompletas de  manera rigurosa.

El hilo principal de este film está cortado, tiene algo de vacío en su haber, un vacío que desea llenarse. Este es el destino del individuo, y el de Frances Ha, la protagonista, a la que ocupa uno de esos momentos en los que la vida toma un curso inesperado. Entonces se aseveran sus ansiedades, sus anhelos y las cosas que desea recuperar torpemente, como es su amistad con Sophie. También se hace mas consciente de lo precario de su situación y de la soledad. Pero ¡cuidado!, el tema de la soledad juvenil, esa que va unida a la revelación de las banalidades de este mundo precisamente en el último coletazo de la juventud ya al borde de la edad madura; puede provocar peligros mortales: véase el ejemplo de Kurt Cobain, Heath Ledger, Jeff Buckley, Elliot Smith,  el también cantautor Nick Drake, etc. Todos ellos son ejemplos de mitos del mártir, sacrificados en pos de la juventud eterna, de los sueños, de la ideología. Todo este misticismo queda devorado por la histriónica Frances, que en momentos deba tomarse un calmante. Ella no le pone cara a ese estereotipo, en cambio revela lo necesario de las compañías en el submundo intelectual al que estamos acostumbrados nos lleven de la mano las realizaciones independientes. No, aquí no hay mujeres con el pelo teñido de colores, tampoco desaparecen corriendo, ni se las rodea de un halo angelical. Tampoco son «femme fatales», fuman de vez en cuando, pero no tienen frases engordadas de retórica, ni pretenden inaugurar un nuevo movimiento estético. Frances es una tía normal. De estatura media, pelo revoltoso, «casual», que usa el «legging» en exceso y que se mueve con languidez, como se mueve una mujer cuando se siente sola: no siempre tenemos andares femeninos.

Un momento a destacar en la ficción es cuando Frances sale a bailar desahogada por las calles de Nueva York. El tema Modern Love de David Bowie suena de fondo. Una escena en la que la carrera, la semi-danza alternada con esquivos de la gente, los cruces de las calles y la ciudad de fondo componen una secuencia prodigiosa que hace que nos entren ganas de bailar y reír al mismo tiempo. En una entrevista publicada online para la cadena australiana SBS, el director responde a una pregunta de Helen Barlow acerca de la banda sonora, sobre si fué muy difícil lograr colocar la canción de Bowie en esa escena central del film. El director responde: «No. Fue tan genial al respecto… No hablé directamente con él, pero nos lo cedieron de modo que se adaptara a nuestro presupuesto. Todo aquel que participó en esta película, desde los actores, pasando por el personal y cualquiera cuya canción apareciera en la película, aceptaron el viaje desde el espíritu con el que se planteó.»

Librando a la «prota» de algún carácter heroico, que no le pega nada, la verdad es que este es un personaje que ejemplifica muy bien al individuo frente a la obligada, rigurosa, propia e intensa certeza de que la vida siempre está incompleta y que la mayor de las ansiedades la ocupan las relaciones sociales.  Frances pierde a Sophie y quiere que reemplazar ese vacío. No es este un daño celoso, ni una demostración de mujer despechada, es uno mas de esos resortes de supervivencia que azotan nuestra estabilidad emocional. Durante esa lucha nos damos cuenta de que no se puede hacer el milagro. Si bien siempre nos falta algo, bien porque proyectamos la idea de ese «algo», o bien porque la dejamos atrás, hay que aprender a aceptar esa sensación y vivir con ella. De pronto nos sentimos seguros en una etapa, nos hemos acostumbrado a vivir con esto, y de cuajo la vida nos lo arrebata. Y todo ello sin necesidad de que se produzca el melodrama, la muerte, la desaparición. No, en esta vida, las vida de todos, los caminos se dibujan al paso. Lo malo es que no se bifurcan y la mayoría de las veces no hay un cambio de sentido, valga esa imagen a la Machado. Tras el camino se quedan muchas ideas, surgen nuevos proyectos y también nuevas amistades. Frances Ha no es síntoma de una positividad exagerada, ni pretende resolver nuestros miedos existenciales. Frances primero lo logra, después la agonía le vence, tras este despiste lo logra dos veces y vuelve a recaer. Es como una coreografía de ballet, vueltas y vueltas y vuelta a empezar. La metáfora es perfecta para evocar esa lucha interna, Frances Ha, la bailarina, es una mujer que mantiene el equilibrio mientras ejecuta sus giros (pirouettes) de ballet, como sucede en una de las escenas.


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