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Granada: la rebelión de los hospitales.

Por Carlos Almira , 6 diciembre, 2016

Una de las características del 15 M fue la amplitud de las demandas que la gente planteó, de pronto, al sistema político: más democracia, más justicia, menos corrupción, etcétera. Miles de personas salieron (salimos) entonces a la calle, en distintos países del mundo, como movidos por un resorte inesperado, el idealismo, en demanda de una verdadera participación ciudadana en la política, considerada como un espacio público, de todos, y ya no como un coto reservado a ciertas élites, cada vez más des-legitimadas por su propia praxis. Todo ello al albur de la crisis económica, que empezaba a ser percibida como una crisis de sistema.

Hace unas semanas, miles de personas (entre cuarenta mil y ochenta mil, según distintas estimaciones), nos echamos a la calle en Granada, para reclamar dos hospitales completos e integrados, en contra de la política sanitaria que la todopoderosa Junta de Andalucía estaba, y está, perpetrando en nuestra ciudad. La comparación de estas segundas movilizaciones con las que en su día, impulsaron el 15 M, me parece interesante por lo siguiente.

Parecería que protestar para conseguir dos hospitales decentes es algo mucho menos importante (menos universal), que hacerlo por la democracia y la justicia social. Sin embargo, el 15 M con todos sus grandes ideales, pasó. Por el contrario, cuando la gente se moviliza por cosas concretas, y se acostumbra a no dejar en manos de sus «dirigentes», de las autoridades, etcétera, la solución de los problemas que afectan cada día a su vida cotidiana, entonces empieza verdaderamente el cambio histórico. Y empieza para quedarse.spiriman

Nosotros fuimos educados para aceptar el mundo tal como es. No el mundo en general (que también), sino sobre todo, el que empieza en la puerta de nuestra casa. Para aceptar, cuando salimos a la calle, que las farolas rotas, las bolsas de basura en la acera, las mierdas de los perros, el asfalto resquebrajado, los semáforos apagados, y un largo etcétera, son, sin duda, cosas malas, negativas, pero cosas que en último extremo, no nos incumben a nosotros, sino a las autoridades. Para eso está el Ayuntamiento, el Gobierno, y en general, los que tienen en sus manos la administración del Estado. Nosotros fuimos educados para aceptar como algo natural, que lo estatal y lo público (esto último, como la parte de nuestra vida que nos pone en contacto, en relación con los desconocidos), son la misma cosa. En fin, fuimos educados para pasear como lo haría un extranjero o un marciano, por las calles de nuestra propia ciudad.

Cuando la gente empieza a tomar conciencia de que todas estas cosas sí son de su incumbencia, y se moviliza para cambiarlas, y no sólo para cambiar el mundo en general (que también), sino el que empieza en la puerta de su casa, en su calle, entonces se abre un proceso histórico, mucho más profundo y duradero que el que podría inaugurar un movimiento amparado en grandes y nobles ideales, como fue el 15 M. En este sentido, y si esto es así, la movilización de los vecinos de Granada por dos hospitales completos, será a la larga, mucho más importante y duradera, y mucho más transformadora, que el 15 M, pese a todas las apariencias en contrario. ¿Por qué?

En primer lugar, porque como decía mi abuela, las palabras se las lleva el viento. Los grandes y nobles discursos acaban casi siempre, siendo apropiados por minorías, como discursos movilizadores y justificadores, a menudo de lo injustificable. En cambio, los hechos concretos y cotidianos de la realidad, surgen y cambian a cada momento sin que ningún discurso y ninguna ideología pueda apropiarse jamás de ellos. Las autoridades andaluzas pueden criticar el «radicalismo» de Podemos, o el «conservadurismo» del Partido Popular, pero les es mucho más difícil criticar que miles de granadinos, de diferente pelaje y condición, quieran ser atendidos en buenas condiciones, en el mismo hospital. Con lo que llegamos a una segunda cuestión: las grandes ideas tienden a separar; pero la realidad, cuanto más concreta más innegable, tiende a unir y a aglutinar a la gente.

Hoy son dos Hospitales completos. Mañana, ¿quién sabe?, será una Biblioteca para los mayores, o una guardería, o un parque infantil en condiciones. Nuestra vida no es sólo algo privado sino también, si no sobre todo, algo público, esto es, algo que nos pone en contacto fructífero con desconocidos que son nuestros semejantes, algo que nos hace ciudadanos cuando no lo delegamos en ninguna autoridad, pero que nos convierte en súbditos cuando sí lo hacemos sistemáticamente. El día que la gente se indigne y quiera tomar también en sus manos el buen estado de las farolas de su calle, entonces empezará el verdadero cambio, el cambio importante hacia una democracia, un cambio hecho no sólo de palabras sino de vida concreta y realidad.

Que cunda el ejemplo, que empiece la tormenta (pacífica). ¡Adelante, con los Spiriman!


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