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La inmigración como piedra filosofal (para mal)

Por Javier Pérez , 7 marzo, 2014
Sin respuestas

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Hay temas que no le interesan nunca a nadie y por eso desaparecen misteriosamente de la agenda y otros que, suceda lo que suceda, siempre tienen un hueco. pero no por verdadera preocupación, sino por oportunismo.

Da igual quién gobierne, o quién esté en la oposición, porque el hecho es invariable: al Gobierno, a todos los gobiernos, el tema de la inmigración les hace daño,y a la oposición, a cualquier oposición, es un tema que le encanta. La inmigración permite hacer preguntas bonitas sin que haya ninguna respuesta buena, con lo que el responsable de la gestión se encuentra invariablemente en un callejón sin salida. Es ideal: te luces al preguntar, y jorobas al Gobierno, cualquiera que sea su signo, porque no puede responder.

¿Lo probamos? Es muy fácil. Vamos a plantear una pregunta sencilla

¿Qué hacemos con las decenas de miles de inmigrantes que esperan tras la valla de Ceuta o Melilla para pasar a Europa? Y por favor, respondamos en serio, sin milongas. Hay varias opciones.

-Ante semejante pregunta el gobierno no puede decir que lo va a impedir a toda costa, porque queda como un canalla que permite que se ahoguen y se maten las personas. No puede electrificar la valla. No puede mandar a la artillería hacer fuego contra ellos. No puede siquiera ordenar que los expulsen por la fuerza y a palos, porque eso genera una imágenes feísimas para los telediarios de la hora de comer. No puedes poner cuchillas en las vallas, ni siquiera alambre de espino, porque después eso causa heridas a los que saltan y salen unas fotos horribles llenas de sangre. No puedes hacer nada en realidad si quieres quedar un poco bien, y no como un carnicero sin piedad. Te piden que amputes, pero sin sangre, y como eso no es posible, tu credibilidad se va a la porra.

-Así que nos planteamos la otra respuesta: los dejamos entrar a todos. Y acto seguido la gente monta en cólera, porque no sabemos qué hacer con treinta o cuarenta mil personas que acaban de entrar, y menos con el millón que vendrá de inmediato atraído por ese reclamo. Y menos aún con los diez o doce millones que vendrían en cosa de un año. La gente se cabrea y se pregunta para qué puñetas quiere un Gobierno y para qué quiere unas leyes, si todo el mundo hace al final lo que le sale  de las narices. Por supuesto, vienen enseguida otros a decir que el mundo es de todos, pero resulta que el mundo no es lo que quiere esa gente, sino la sanidad, las infraestructuras, la educación, la vivienda y los puestos de trabajo.  O sea, que nosotros hablamos de lo abstracto, y ellos de lo concreto, con lo que es imposible entenderse. Y ahí nos encontramos con que eso justamente, lo concreto, no es tan ilimitado, ni es tan de todos, ni mucho menos se paga solo, porque hay una gente que lo ha sufragado y otra gente que no, y se arma el lío. Y le piden al Gobierno que no deje entrara a más gente, o vota a un partido que ponga en su programa, como punto primero, una expulsión masiva . O sea que  la respuesta de dejarl0s entrar a todos tampoco es buena.
-Y queda la tercera respuesta, que es decir que voy a dejar entrar a un cupo, de pongamos diez o doce mil. Se trata de una contestación que arregla el problema veinte minutos, porque una vez se ha cubierto el cupo, ¿qué se hace con el resto? ¿dejarlos pasar o no? Volvemos a tener la pregunta: gente en la verja y necesidad de responder.

Por eso, con estas cuestiones, la oposición, toda oposición, se frota siempre las manos. Porque no hay respuesta buena, porque no hay manera de responder sin quedar como un criminal, como un inútil, o como un mierda.
Para cualquier gobierno, la única salida es elegir el papel que más le apetece, porque con ninguno va a salir a hombros del teatro.

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