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LA MOVIOLA VALIOSA: Noé y el cine

Por Marta Alicia Fra Melián , 23 abril, 2014

LECTORES: El mejor Guionista, que recrearon  los Clásicos grecolatinos, Shakespeare y todos los Grandes de la Literatura, de todos los tiempos y lugares,  sigue siendo ése, al que algunos llamamos DIOS, y que está de moda otra vez, compitiendo en taquillas con sagas, comedias y superhéroes. La Biblia, otro taquillazo. Durante los 50, 60 y 70 el cine bíblico  fue épico, potable y potente. Sobre todo en la industria hollywoodense, amante de las superproducciones: Cecil B. De Mille y sus Diez Mandamientos y La Biblia. Hoy tenemos a Noé, de Darren Aronofsky, y pronto a Éxodo, de Ridley Scott, y allí no acaba la “cosa”. Vienen más estrenos. Son magníficos los Marvel y los Comics y las sagas, pero andamos también bastante “agujereaditos” e “insustanciales” por dentro y bien nos vienen películas que nos aporten espiritualidad y valores que nos eleven en, desde y hacia otra dimensión, y nos permitan cuestionarnos y abordarnos y abordarlo todo desde otra “Otredad”, trascendente a tanta inmanencia que nos hace cacarear como pavos reales. Films que nos abran y-o nos refresquen mensajes y propuestas desinstaladoras, humanizantes, espirituales, transformadoras y perennes.

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Dios y lo bíblico han sido siempre también polémica en el cine. En nuestras familias siempre se nos inculcó un “dogma”: “Para mantener la paz familiar, nunca hablar de política, religión ni fútbol”. No queremos pelear ni ofender. No buscamos convencer ni “tribunear” ni “mitiniar”. En nuestra MOVIOLA sólo compartimos nuestro pensar, sentir y experimentar.

Para aprovechar mejor este acercamiento al film Noé, de Darren Aronofsky, y –por él- al cine bíblico, primero invitamos a nuestros lectores a que lean o re lean los primeros capítulos del Libro del Génesis de la Biblia (preferentemente del capítulo 1 al capítulo 11), atenta y pausadamente, acompañándose de las explicaciones y aclaraciones de pie de página. Lo recomendamos sobre todo porque leemos y oímos, sobre este film y sobre otros anteriores, mucha “tontería”, bastante ignorancia y hasta falta de respeto hacia la Biblia, el Arte y el Cine. Una vez contextualizado y aclarado todo esto, nos metemos aguas adentro, como Noé.

Primero, delimitemos “espacios”: Dios es Dios, el Hombre es el Hombre, la Biblia es la Biblia, el Arte es el Arte, la realidad es la realidad, la Historia es la Historia, las Culturas son las Culturas, la Naturaleza es la Naturaleza, el Cine es el Cine. No confundamos. Demos a cada uno lo suyo. No invadamos campos  valorando ni interpretando, ni pidamos ni exijamos a uno de ellos lo que no le corresponde por propia identidad. Evitaremos así “lecturas” falsas, erróneas, parciales, pobres, equivocadas, manipuladas, ridículas, restrictivas, ofensivas, ideológicas, fundamentalistas y hasta infantiles. No seamos “más papistas que el Papa”. El gris también existe. Un film bíblico, sí, pero no es un púlpito ni es una homilía. Es ARTE.

La Biblia es Palabra de Dios, inspirada por Él, a Hombres. Escrita por muchos, durante MUCHO tiempo, en muchas Culturas y Lenguas. No es un manual de Historia ni un libro de Ciencias ni cuenta aventuras ni busca fabular ni cronicar. Por eso contiene errores, incógnitas, contradicciones, paradojas e inexactitudes. Su infalibilidad está en su ESENCIA: en su “qué;” su “espíritu”; en su “identidad” de contenido-mensaje, no en su “cómo”. Su finalidad es REVELAR = ENTREGAR a un ser personal, DIOS, y su obrar en favor del Hombre, para que –conociéndole- éste le encuentre, acepte, y viva con Amor. La Palabra de Dios es Encuentro, Diálogo, Proceso, Camino, de ese EXPERIMENTAR A DIOS. Desde el Antiguo Testamento, este “qué” es escrito por Hombres “in situ” en su realidad histórico-cultural, que van “leyendo”, interpretando y escribiendo ese experimentar a Dios, en una línea de continuidad de pasado-Historia de la Salvación-presente-proyección-futuro. Por Dios escriben lo que “leen” = comprenden, interpretan.

Los primeros capítulos del Génesis tienen muchas “cosmogonías” y toda su teología bíblica está marcada por las culturas, mentalidades y ciertos relatos orientales (como el relato babilónico del Gilggamesh) que influyeron en las “tradiciones” bíblicas elaboradoras de estos relatos, llamadas: yavista, eloísta, sacerdotal. Diferenciadas ellas por sus estilos, propósitos teológicos, épocas, origen, estructura y autoría. El Génesis y toda la Biblia es fruto de un proceso. Por eso es necesaria la EXÉGESIS y la HERMENÉUTICA.  La historia de Noé está en esos principios de la Teología bíblica del Antiguo Testamento, anterior al período patriarcal iniciado con Abraham. Aún no comienza  formalmente el Pueblo elegido, el de la promesa, el de la Alianza. No se habla mucho de él, sólo lo esencial. Lo del diluvio ni siquiera está corroborado científicamente. Posiblemente pasó algo así en lo que hoy es Afganistán. Grandes inundaciones, en zonas que corresponderían a vastos territorios equivalentes al mundo entero conocido entonces. No es ése el “detalle” importante, pero lo usaron los autores bíblicos: fueron a lo esencial que querían anunciar, el “qué”: DIOS siempre obra, interviene, compadeciéndose, salvando y eligiendo siempre a alguien como “hacedor” (NOÉ). Un “Dios que escribe derecho en renglones torcidos”. Obra no a pesar de los Hombres sino con ellos. Un relato escrito pero al modo cómo -hasta ese momento- lo entendía el Hombre del Antiguo Testamento. Aún más: El “diluvio” –AGUA- que arrasa, es el símbolo-“clímax” antropológico del “descentrarse” (por querer SER DIOS) del BIEN y del AMOR mediante el mal moral que no sólo desequilibra personal, sino socialmente, representados en “Caín y Abel”, “Sodoma y Gomorra”, “Babel”, el ir contra la Naturaleza y contra la destinación universal de los bienes. Queda destruida aquella Antropología Teológica fundada en Dios y centrada en el Hombre en relación equilibradamente abierta al otro y a la creación (la ecología, la naturaleza, el trabajo). Todo esto es la esencia de la Teología Fundamental del Génesis y de la historia de NOÉ.

Dejemos el “folklorismo” literario y costumbrista en torno a Noé y, en general, de todos estos personajes, símbolos y relatos. No nos perdamos en nimiedades. No perdamos de vista nunca lo esencial. Tampoco olvidemos nunca que TODO el Antiguo Testamento está en función, en perspectiva, del Nuevo Testamento, es decir, de JESUCRISTO. NOÉ, y todas las figuras e historias bíblicas, son pre anuncios y preparaciones de Él. Todo lo de estos predecesores “leído” e interpretado en “clave” cristológica tiene sentido, contenido y significado pleno. Y el AGUA diluvial luego es el BAUTISMO. Para CRISTO y CINE necesitaríamos escribir otro dossier de “LA MOVIOLA VALIOSA” sobre muchas, buenas y grandes películas bíblicas y religiosas, como la MARTIRIZADA La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese; El Evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini; por citar OBRAS CUMBRES; o las OBSESIONES MÍSTICAS de Ingmar Bergman, o La Pasión, de Mel Gibson, o DIOS en Woody Allen, etcs…

No olvidamos a Darren Aronofsky, ni a su Noé. Primero teníamos que detenernos en todo lo anterior, para “saborear” más su película. Él dice ser agnóstico, pero conoce y trata bien sus raíces judías: La esencia, la “identidad”, el “qué” de Noé y de la historia bíblica lo ha captado y plasmado. Viene destapándose agigantada y genialmente como un director creativo, libre, personal e interesante, en los rubros técnicos, narrativos, y estéticos-artísticos, desde sus inicios hasta ahora. No deja de sorprendernos. Exponiéndose siempre a riesgos, caminando “al filo de la navaja”, con apuestas desafiantes. Y este film es una muestra más. Se ha atrevido con la figura e historia de Noé como una re encarnación de nuestro llorado Gabriel García Márquez  y nos parece que no fue Cristóbal Colón quien, en su Diario de Viaje, “inventó” eso del “REALISMO MÁGICO”, sino que fue ¡DIOS, o NOÉ, o ARONOFSKY!. Y los efectos especiales tienen un sentido SEMÁNTICO en esta película, ya que refuerzan ese “qué” anteriormente aludido. Aronofsky nos re enamora de Méliès y de Jean Renoir, y –si bien se acerca a la magnificencia de De Mille– no se “esclaviza” a un discurso religioso de lectura literal de las Escrituras. Aparece como un CREADOR, un ARTISTA, porque se ARRIESGA LIBREMENTE y “vuela” con su IMAGINACIÓN creando –como todo un Fellini en sus “Mundos” o un Michelángelo en su “Sixtina”- toda una REALIDAD NUEVA DE UNA HISTORIA VIEJA. Re- crea los personajes e historias bíblicas en el Cine, innovando, y las hace atractivas nuevamente, adaptadas al mundo moderno: con preocupación ecológica,  por la vida y dignidad humanas,  por la justicia y la paz; con matiz “new age” que le respetamos;  reforzando el papel semítico-hebreo de la primogenitura y descendencia; e insertando fuertemente lo femenino y lo familiar en lo bíblico.

 Charlton Heston tuvo un Oscar sólo por sus músculos en Ben Hur. ¡¿Qué merece entonces Russell Crowe por su Noé, un “elegido” divino tan humano, “tironeado” por combates maniqueos de conciencia, entre el Cielo y la Tierra, contando con sólo el silencio de Dios, devorado por procesos interiores e infinitos “demonios”?!¡Su Noé no es caricatura ni ser celestial!. Y Jennifer Connelly, intensa, todo talento, sigue demostrando quién es. La sorpresa agradable y esperanzadora, Emma Watson. ¡Los niños cuánto crecen!. ¡Y Sir Anthony Hopkins!.

¡ Bendito cine!.

Hasta pronto, amigos.


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