Marinero en tierra. Centenario de una travesía literaria
Por Irene Zoe Alameda , 21 diciembre, 2024
Los pasados días 16, 17 y 18 de diciembre tuvieron lugar las jornadas de celebración de una efeméride histórica en la literatura española: la del centenario de la publicación de Marinero en tierra, libro por el que Rafael Alberti, con solo veintidós años, recibiría el Premio Nacional de Literatura (en la modalidad de Poesía).
Para el evento, el recién incorporado director, el poeta Uberto Stábile confió la coordinación y dirección de las jornadas al polifacético poeta, novelista, guionista y articulista Manuel Francisco Reina, quien reunió durante tres días en el Puerto de Santa María a extraordinarias figuras del panorama literario del momento.
El día de la apertura, la conferencia inaugural estuvo a cargo del laureado escritor Juan Manuel de Prada con prefacio de la escritora y viuda de Alberti, María Asunción Mateo. De Prada, quien conoció personalmente al autor, reflexionó acerca del “estado de gracia” con el que el joven Alberti irrumpió en las letras españolas.
Tras esta primera conferencia, siguió un coloquio entre los jóvenes y premiados poetas Pedro J. Plaza y Jorge Pozo Soriano y los novelistas, poetas y ensayistas Joaquín Pérez Azaústre e Irene Zoe Alameda. Los cuatro señalaron la enorme influencia que Alberti tuvo en sus inicios como autores con su musicalidad, su veta popular, su subjetivismo y su fuerza ilusionante a la par que nostálgica. Tanto el doctor Plaza como la doctora Alameda recordaron lo determinante del impacto que Marinero en tierra tuvo en sus lecturas adolescentes y en sus ulteriores intereses académicos. Pozo Soriano, quien además de poeta es educador y autor de literatura infantil y juvenil reivindicó la atractiva sonoridad de los poemas de Alberti, la cual convierte al autor en un preciosísimo vehículo de formación lingüística y estética en la escuela. En esa sonoridad abundó la doctora Alameda, quien la relacionó con el dominio que el joven Alberti adquirió con sus lecturas del Cancionero tradicional español, y especialmente de Garcilaso de la Vega, a quien además Alberti ya reivindicó como emblema y guía en un poema de Marinero en tierra, años antes de que lo hiciera en bloque la llamada Generación del 27.
Fue Joaquín Pérez Azaústre quien apuntó que, en la madurez insospechada de aquel muchacho de apenas veintidós años latían ya los estilos y los temas que desarrollaría a lo largo de su dilatada y variada carrera, y que anticiparían los movimientos literarios de todo el siglo XX, algo en lo que posteriormente abundó de forma amena y enciclopédica, la doctora Fanny Rubio. Fueron sus reflexiones un crisol lúdico y luminoso que reivindicó en la mente de los presentes el legado inmenso e insustituible de Alberti en nuestra tradición literaria.
Juan Manuel de Prada, Irene Zoe Alameda y Joaquín Pérez Azaústre rinden su particular homenaje noventa años después a Federico García Lorca, la Argentinita y Rafael Alberti.
Precisamente Rubio, quien en los años ochenta fue la responsable de las más extensas y hondas entrevistas que concediera el poeta desde su regreso a España en 1977, recordó a los presentes el modo en que Alberti se impuso a sí mismo en cierto modo la tarea de continuar la compleja indagación poética iniciada por el también poeta andaluz Gustavo Adolfo Bécquer medio siglo antes que él. Desde una coherencia literaria inusitada, Alberti recorrería a partir de Marinero en tierra hasta el final, todos los caminos esbozados por Bécquer, que serían los que, desde una juventud y unas vivencias paralelas, darían forma a su ulterior producción.
En la segunda jornada fueron las poetas Josela Maturana y Raquel Zarazaga quienes protagonizaron una mesa redonda moderada por el Manuel Francisco Reina, experto máximo hoy día en la obra y vida de Alberti. Zarazaga, especialista en educación musical, abundó en esa musicalidad reivindicada el primer día de las charlas. La conferencia magistral estuvo a cargo de la poeta Magdalena Lasala, que indagó en el simbolismo y simbología de Marinero en tierra. Ya a estas alturas del ciclo iba poniéndose de manifiesto la complejidad y amplitud de la obra de alguien que, autodidacta y al inicio de su veintena, dio luz a un poemario plagado de “virtuosismo en su levedad” (en palabras de Juan Manuel de Prada) y desbordante de ilusión desde su profundo sentimiento anticipado de derrota (Irene Zoe Alameda).
Juan Manuel de Prada, Manuel Francisco Reina, Joaquín Pérez Azaústre, Fanny Rubio, el director de la Fundación Uberto Stabile, Irene Zoe Alameda, Pedro J. Plaza y Jorge Pozo Soriano.
Este segundo día tributó a la audiencia con una amenísima mesa redonda entre los populares periodistas y escritores Javier Rioyo y Marisa Flórez moderado por Beatriz Pérez-Aranda. El primero, que tuvo a su cargo el inimitable y añorado programa televisivo sobre literatura Estravagario (2004-2007), charló animadamente con Marisa Flórez acerca del hecho histórico que supuso el regreso a España de Rafael Alberti al inicio de la Transición tras su largo exilio de cuatro décadas: “Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta” (27-04-1977). Flórez, fotoperiodista (Premio Nacional de Periodismo en 1981) y responsable de fotos icónicas de la Transición, como la de Alberti y la Pasionaria bajando las escaleras del Congreso de los Diputados (Alberti fue diputado del PCE durante 40 días en el año de su regreso), obsequió a la Fundación además a lo largo de la velada con varias fotografías del evento. Si el primer día estuvo centrado en el análisis más estrictamente literario de la obra de Alberti y de su innegable trascendencia, este segundo día abordó al escritor desde su dimensión política como personaje comprometido con la justicia y la concordia sociales.
El cierre de las jornadas regaló a los asistentes con una conversación literaria entre los novelistas Manuel Francisco Reina y la consagradísima autora María Dueñas. Esta charla fue sin duda uno de los platos fuertes de la celebración. Justo antes de ellos había intervenido el catedrático Francisco Gutiérrez Carbajo, quien, para completar el panorama de la obra de Alberti, se centró en la poesía popular dentro de su teatro, con lo que iluminó la faceta de dramaturgo que también cultivó el autor. Y nada mejor para ilustrarla que contar precisamente con la actriz Victoria Vera, quien en el veinticinco aniversario del fallecimiento de Alberti quiso poner el broche de oro al centenario al volver a leer extractos de El Adefesio, pieza que precisamente ella estrenó en Madrid en septiembre de 1976, al inicio de la Transición.
Quienes tuvieron el privilegio de asistir a las jornadas pudieron recordar y descubrir a Rafael Alberti. Un cuarto de siglo después de su desaparición, cabe preguntarse cómo ha tratado el tiempo a un escritor que, pese a haber vivido casi la mitad de su vida en el exilio se mantuvo como un referente de la vida literaria y de la vida civil en nuestro país a lo largo del siglo XX. Muchos autores prácticamente caen en el olvido tras su muerte; otros, en cambio, mantienen su vigencia e incluso ven acrecentada su sombra en la influencia y magisterio que ejercen en la obra de quienes los siguen. Juan Manuel de Prada trajo a colación una cita de atribución incierta (¿tal vez su autor fue Thomas More? ¿Sir John Denham? ¿Gustav Mahler?): “La tradición no es la adoración de las cenizas sino la transmisión del fuego”. Escuchar a poetas tan vibrantes como Pedro J. Plaza, Jorge Pozo Soriano, Manuel Francisco Reina, o Joaquín Pérez Azaústre desbordar versos de Alberti conforme hablaban, reivindicando su figura como maestro guía, y oír reflexionar a novelistas y directores consagrados reconocer que la voz de Alberti late en su sentir creativo, nos devuelve a la certeza de que este sigue vivo, y la fuerza y claridad de su voz se han perpetuado hasta el presente.
En ningún momento a lo largo de los tres días de charlas y conferencias dejó de celebrarse esa “tradición popular en el arte” que tanto reivindicó el poeta y maestro. Irene Zoe Alameda había comenzado su intervención, el primer día, reconociendo que lee poemas de Alberti a su hijo de tres años: “La poesía es el modo más sencillo de enseñar a hablar a un niño, para transmitirle el gusto por las palabras… la lengua como juego. Somos ritmo”. Abundando en la confesión, la autora explicó que una noche su niño la hizo callarse porque entraba la luz de la luna por la ventana:
“¡Mamá, para, para! ¡Es que yo quiero tocar la luna! ¡Yo quiero tocar la luna!”
“Este”, concluyó Alameda, “es el sentimiento poético que todas las personas hemos sentido alguna vez, y al que apela Alberti en cada uno de los poemas de Marinero en tierra.”
Pues bien, días más tarde, uno de los asistentes a las jornadas quiso hacernos llegar un poema inspirado en lo escuchado aquellos días en la Fundación, inspirado en el recuerdo de Alberti, en la llama de la poesía, que había mantenido intacta en su corazón a lo largo de su larga vida. Su poema, generosamente compartido con los lectores, reza así:
DESDE LA VENTANA
Desde su ventana
un niño la luna
miraba, quería tocar
la luna desde su
ventana.
Cuando fue mayor,
de la luna él se
enamoró y en las
noches estrelladas
odas le cantó.
Alma de poeta debía
tener…
Poesías le leía su
madre cuando era
bebé.
Luna, luna,
alúmbrame el
camino en la
madrugada que, si
no me lo
alumbras, me voy a
perder …
¡Sin poder tocarte
desde mi niñez!
Juan Sancho Santana
Alberti fue un poeta que siempre quiso escribir desde y para el pueblo. No hay mejor muestra de la plenitud de su obra que la constatación de que su voz sigue inspirándonos cantos en recuerdo de quiénes fuimos, cantos de celebración de la belleza y de la exploración de lo inefable. Cantos al amor en cualesquiera de sus infinitas formas, posible e imposible, y que solo puede ser cantado desde la verdad del ritmo primero que late en nuestra lengua.
Irene Zoe Alameda
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