Más allá de la superficie
Por Silvia Pato , 30 julio, 2014
Cada cierto tiempo, surgen campañas de todo tipo para concienciar a jóvenes y no tan jóvenes sobre la utilización de Internet y la difusión de nuestras vidas a través de los servicios que nos facilita la Red. Así surgió, hace un año, la campaña mexicana Eres lo que publicas, y así nos encontramos en estas fechas estivales con la que ha lanzado la Policía Nacional, llamada Que el móvil e Internet no te amarguen las vacaciones.
La campaña surge frente al incremento que han detectado los Agentes de la Unidad de Investigación Tecnológica, de la falta de privacidad y excesos de todo tipo en la utilización de teléfonos inteligentes y tabletas digitales por parte de los más jóvenes, y aumentando las prácticas de riesgo en la utilización de lo que todavía llaman las nuevas tecnologías.
No está de más recordar esta iniciativa en un momento en el que las noticias sobre el acoso y el sexting (el acto de enviar mensajes o fotos sexualmente explícitas por medios electrónicos) son frecuentes en los medios de comunicación. Las voces que se hacen oír inciden siempre sobre la responsabilidad de los padres a la hora de enseñar cómo ejercer un buen uso de los diversos dispositivos, en cuanto a la publicación a través de los mismos de los pensamientos más privados y las fotos más íntimas.
Sin embargo, al margen de que la educación sea fundamental, y todos debamos seguir unas pautas sensatas y respetuosas en el uso de las nuevas tecnologías, no debemos olvidar que la mejor lección se da cuando se predica con el ejemplo, por lo que también habría que educar a bastantes inmigrantes digitales; así pues, deberíamos ir un paso más allá a la hora de reflexionar sobre el tema, evitando quedar en la superficie.
No basta con explicarle a un adolescente los riesgos que corre al subir una foto en paños menores con gesto seductor en la red o al utilizar esos autorretratos eróticos como perfil para que les definan; ni siquiera basta con contarles las mil y una historias diversas que oímos cada día, cada cual más truculenta, sobre los sucesos que se gestan en el universo digital. Si hablamos de adolescentes, habrá que recordar que viven una etapa crítica en su vida, caracterizada por la seguridad que sienten frente al mundo, y a los que con frecuencia escuchamos afirmar que esas cosas nunca pasan, que a ellos nunca les ha sucedido ni les va a suceder, que son mayorcitos para saber qué hacer, que no sabemos nada de Internet, etc.
Si damos ese paso más allá, la situación será sin duda más preocupante, tal vez por eso no todo el mundo desea enfrentarse realmente a la reflexión. Y es que la pregunta, sin estar hablando de personas adultas que toman sus propias decisiones con entera libertad y conocimiento de causa, sino de adolescentes, es inevitable.
¿Qué hay más allá de todos esos comportamientos?
¿Qué sucede a las jóvenes que se convierten voluntariamente en un objeto al servicio de, normalmente, el chico con el que salen? ¿De qué sirve explicarle a esa joven los riesgos de regalar unas fotografías que no le van a pertenecer desde el momento que las envía, si ella misma siente la necesidad de hacerlas?
Y si es así, ¿por qué siente la necesidad de hacerlas? ¿Porque lo hacen todas? ¿Porque ellos lo piden y ellas obedecen? ¿Porque necesitan sentirse queridas y aceptadas puesto que no se quieren a sí mismas? ¿Porque hemos retrocedido tantísimo que solo somos una imagen cargada de erotismo?
Si uno osa a pensar en voz alta sobre estos temas, siempre habrá alguien que replique eso de que son otros tiempos, que hay que adaptarse, que todo está muy bien, que todos hemos sido jóvenes, que si lo hubiera habido cuando nosotras éramos adolescentes también lo habríamos hecho…
¿Qué? ¿Perdón?
Afortunadamente hace mucho tiempo que existen las cámaras fotográficas, ¿recuerdan cuánto costaba conseguir la oportunidad de captar la inocente imagen del muchacho que te gustaba en el colegio? Y yo me pregunto, ¿cuántas de las inmigrantes digitales hubieran enviado una foto suya de este tipo que vemos proliferar en las redes al compañero de clase que le gustaba del instituto? Más de una habrá lanzado un exabrupto solo al pensarlo.
¿Ha cambiado la tecnología o ha cambiado, en otra vuelta de tuerca, el concepto que se tiene de la parte femenina de esta sociedad?
¿Cómo vamos a conseguir que comprendan las jóvenes los riesgos sino vamos más allá de lo evidente a la hora de hacerles entender qué son las relaciones humanas, qué carencias no deben de cubrirse jamás con otros y cómo deben tratarse a sí mismas?
¿Cómo vamos a conseguir que muchos adolescentes dejen de ser víctimas de sí mismos sino les enseñamos a ello?
¿Cómo vamos a solucionar de verdad los problemas si siempre pasamos por ellos caminando sobre las augas y nunca nos sumergimos más allá de la superficie?
Pingback: El imperio de lo fácil |