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Multas por llegar tarde al colegio (en la puntual Inglaterra)

Por Sandra Ferrer , 30 enero, 2014

colegios

Debe ser que aquello de la famosa puntualidad inglesa debe haberse quedado en una anécdota del pasado y en un típico tópico que no es del todo verdad. La cuestión es que estos días los padres de una escuela de Londres andan un tanto enfadados porque la dirección del centro educativo ha decido imponer multas unos 70 euros a los padres cuyos hijos lleguen tarde hasta 10 veces en un trimestre.

Ya os podéis imaginar la polémica desatada entre los padres directamente afectados y otros que temen que la “brillante” idea no se extienda a más lugares.

Entiendo sinceramente las opiniones de quienes se quejan de la penalización económica cuando es una auténtica odisea llegar a tiempo cuando tienes que arrancar de la cama a uno, dos o tres (o más) criaturitas. Si ya a una, que es adulta, cuando le suena el despertador se reprime cada día de no estamparlo contra la pared y seguir arrebujada un impagable minuto más entre las mullidas y cálidas mantas, tener que transmitir energía y ánimos como en esos graciosos anuncios de cereales, es más complicado.

Cuando llego al trabajo a las diez de la mañana siempre resuena algún comentario con cierto cachondeito aludiendo a mi buena vida por llegar a esas horas. Cuando llevo ya media jornada de carreras vistiendo a una mientras se come una magdalena de chocolate (intentando que el chocolate termine en su boca y no en el uniforme, claro está); animando al otro para que ponerse un calcetín no se convierta en una tarea a cámara lenta; repasando la larga lista de bolsas que se sitúan a todo lo largo del corto pasillo de casa y derrapando con el coche esperando que no me pongan una multa (que esas sí que no tienen excusa).

Otro paréntesis, me acuerdo cuando siendo mis hijos bebés tenían la simpática costumbre de despertarse a las cinco de la mañana. Ahora son las ocho y ya puede zumbar una moto por la calle, dar un portazo el vecino o sonar una alarma nuclear que no hay manera.

Al llegar al colegio sólo falta que nos pongan una cinta con la palabra META y aplaudamos por haber llegado a tiempo.

Si a esto le añadimos que muchos colegios no ofrecen toda la vida educativa en sus centros y debes hacer paraditas como si fueras el metro de Nueva York, la cosa se complica aún más.

En fin, que sí, que la rutina diaria es apasionante. ¿Aburrida? En absoluto.

Pero esto no quita que debamos enseñar a nuestros hijos que la vida es así. Está hecha de esfuerzo y responsabilidades. Y si el colegio empieza a las nueve y no a las nueve y cuarto pues hay que hacer un esfuerzo para batir nuestras propias marcas.

Aun recuerdo cuando era pequeña en el colegio de monjas al que fui cuando sonaba la sirena la puerta se cerraba cual monasterio de clausura y pobre de ti que tuvieras que tocar al timbre para entrar. Castigo asegurado. Y oye, tampoco se quejaba nadie. Eran las normas.

Quizás es cierto que la manera de presionar con una penalización económica en los tiempos que corren no sea la más acertada.

El debate está en la calle. Esperemos que la propuesta se quede en el lluvioso Londres.

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