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Polvo de estrellas

Por Juliano Oscar Ortiz , 23 mayo, 2015

Me tomé unos días para reflexionar sobre los incidentes acontecidos en el partido que sostuvieron por la Copa Libertadores, Boca Juniors y River Plate, en el estadio conocido mundialmente como “La Bombonera”.

Gracias al tiempo transcurrido, y al descubrimiento de los agresores, me gustaría dejarles primero la conclusión y luego el análisis.

El fútbol argentino es un desastre.

Así de simple, sin vueltas. La palabra desastre está compuesta por el prefijo dis- des- que denota negación o inversión del significado, y también por el sustantivo griego ástron (astro) o latín astrum. Para los griegos un desastre ocurría cuando la posición de las estrellas no era favorable en determinado momento, por ejemplo en época de cosecha o en un nacimiento, o cuando un cuerpo estelar se disgregaba en millones de partículas en distintas direcciones. Como consecuencia del desafortunado movimiento astral, se auguraba una mala cosecha o un destino desgraciado para el niño.

Por lo tanto, el fútbol argentino está destinado a la desgracia.

Las infinitas partículas que componen el fútbol argentino se pueden ver desde cualquier lugar; dirigentes, políticos, periodistas, directores técnicos, funcionarios, representantes, policías, sindicalistas, barras bravas, hinchas, y por supuesto, las estrellas máximas brillantes, fulgurantes, que muchas veces no son más que polvo de estrellas, los jugadores.

Y cada una de estas múltiples partículas agrupadas desde y para el mejor interés que les convengan, desnaturalizan lo que el fútbol es, un juego deportivo, afectado por índices comerciales, es cierto, pero que lamentablemente, muestra el costado más miserable de sus protagonistas.

La política interna del club más popular de la Argentina consiguió que una fiesta se vea empañada y los jugadores de su rival, o sea River Plate, se hayan visto agredidos salvajemente. Desde ese hecho, lo que siguió fue una catarata de sinsentidos que bordeó la mente de escritores fantásticos. Unos y otros tratando de sacar ventaja, periodistas en medio del caos probándose el saco que mejor les cabía, dirigentes teatralizando composturas, técnicos insultándose sin poder equilibrar sus emociones, fuerzas de seguridad ostentando su incapacidad, y entre ellos, o mejor dicho, y a merced de ellos, el hincha, el tipo que paga su entrada o su abono de cable para disfrutar de un partido de fútbol y que mira atónito la verdad desnuda o la realidad de una cultura desnudándose.

La violencia en los estadios argentinos se ha cobrado muchas muertes de hinchas a lo largo de estos últimos años.

Faltaban 45 minutos para que termine el partido, ¿cuánto faltará para que el fútbol argentino vea morir a un futbolista? Será ese el punto final, o pasará como con la muerte del fiscal Nisman, un escándalo pasajero que se perdió en las oscuras aguas de los poderosos.

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