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Reciclemos

Por Oscar M. Prieto , 23 enero, 2020

Sigamos reciclando. Qué reciclar no sea flor de un día. Perseveremos en el reciclar. Dicen que de niño las conexiones neuronales son más activas y dúctiles y lo mismo puedes aprender chino que a tocar el violín con facilidad. Yo aprendí a reciclar, con mi abuelo Juan  y mi primo Juanín.

En aquellos tiempos no había tanta sensibilidad con el trabajo infantil como ahora. Junto con mi abuelo, mi primo y yo lo mismo arreglábamos la cerca del ‘prao’, que limpiábamos los regueros cuando tocaban a hacendera o salíamos al mercado a vender los productos del huerto, que también cultivábamos. Pero de todos los trabajos, el que más nos satisfacía era el de recoger cartones para venderlos.

Durante meses recogíamos las cajas de cartón que encontrábamos. Antes no había tanto envoltorio y se guardaban las cajas por si hacían falta para algo, pero teníamos dos fuentes de aprovisionamiento: el taller de mis padres y los fruteros que venían los jueves al mercado. Recuerdo que, las cajas de plátanos, si se doblaban bien, además, valían el doble o el triple que el resto. El resto, todo, lo íbamos almacenando en un cuarto y cuando a mi abuelo le parecía que había suficiente, hacía una llamada telefónica, llamada que a nosotros nos parecía rodeada de misterio, nos convocaba para hacer los fajos con los cartones en el patio, para atarlos, pesarlos en la romana e ir anotando las cantidades y, finalmente, un camión aparcaba frente a la puerta, del que bajaba un hombre cuyo nombre nunca supe, los cargaba y pagaba a mi abuelo. Después, él repartía. No exagero si el kilo de cartón estaba de aquella a una peseta o peseta y media.

Recoger cartones y ser escritor tienen en común el reciclado, aunque creo que está mejor pagado lo de los cartones. Yo me hice escritor por reciclar. Ningún departamento de recursos humanos de ninguna empresa iba a tener en cuenta los paseos que yo he dado por el río, los atardeceres, las madrugadas, los besos, las risas con los amigos,…, es decir, todos esos cartones que nos protegen de la intemperie y nos dan calor las noches de frío, los recuerdos. Escribir fue la forma de reciclarlos y darles nuevas vidas, sin ensuciar apenas, como acabo de hacer con esta columna, cien por cien ecológica.

Salud.

www.oscarmprieto.com

 

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