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Relatos de Oficina 6

Por Sonia Aldama , 20 abril, 2014

 

Relatos de Oficina 6

EN EL SÓTANO DE LA OFICINA (VI)

– Ya, si ya sé que no bajan nunca – dijo Juan Carlos, mientras la Caponati le acariciaba el pecho suavemente – Pero es que no sé por qué me has hecho venir, Galiana… Oye, déjame la camisa, que aquí venimos a trabajar…
– Es mejor así… En el trabajo – susurraba la Caponati – No sabes el morbo que me da…  ¡Un día nos tenemos que ir a un colegio de monjas! – dijo de repente, con los ojos iluminados.
– ¿A un colegio de monjas? – se sorprendió Juan Carlos – Pero, ¿de qué hablas?
– ¿No se te ocurre nada, tontorrón? – ronroneó ella, acercando su rostro al de él.
– Galiana, mira, no sé de qué va esto, pero no te me arrimes tanto, que me estás poniendo nervioso…
– ¿Nervioso? – rió ella – ¿No te estaré poniendo otra cosa? No te hagas el estrecho, Juan Carlos… Que he visto cómo me miras cada vez que vienes a preguntarme algo, y el otro día me dijiste que llevaba unos pantalones muy bonitos, y ayer casi me invitas al cine, que me di cuenta, cuando te quejabas de que ibas a ir solo…
– Bueno, yo sólo trato de ser amable – dijo Juan Carlos, acorralado por la Caponati, que le estaba rozando las piernas con las suyas mientras le acercaba cada vez más el rostro.
– No seas tímido… Que me gustas… Hasta te dejaré que te vuelvas a dejar crecer el pelo – dijo ella, insinuante.
– Vamos, vamos, Galiana… Oye, que eres mi jefa, y…
– ¡Pues eso! – dijo ella, abrazándole con fuerza y arrimando el pecho – ¡Soy tu jefa! ¡Obedéceme! ¡¡Hazme tuya, machote!! – gritó, mientras trataba de besarlo.
Juan Carlos se escabulló como pudo, apartándose de los ávidos labios de la Caponati. Ella se quedó mirándolo indignada.
– Pero, ¿qué es esto? ¿Te dedicas a seducirme, y ahora me rechazas? ¿De qué vas tú? – estalló.
– ¡Yo no te he seducido! ¡Son imaginaciones tuyas! – respondió él.
– ¿Imaginaciones? ¡Pues ahora sí que te vas a enterar! – gritó la Caponati – ¡¡Te voy a hacer la vida imposible!! ¡¡Te vas a acordar de mí el resto de tu vida!! ¡¡Ahora mismo te voy a despedir, sin indemnización, ni liquidación, ni nada!!
– ¡No puedes hacer eso! – dijo Juan Carlos – ¡Es un abuso!
– ¿Que no puedo? ¡Espera y verás! – amenazó ella, mientras empezaba a subir las escaleras.
Irma, Sofía y Belén estaban sentadas en corro, con unas cuantas monedas encima de la mesa, y comiendo pipas. Belén contaba las monedas, y hacía anotaciones en un papel. Sofía alternaba una pipa con una calada de su cigarro. Aunque la campeona en lo de las pipas era Irma, que tenía la papelera casi totalmente llena de cáscaras. Cuando vieron que la Caponati subía hecha una furia, se apresuraron a ponerse en sus sitios. Vieron que la jefa pasaba sin mirarlas, y se encerraba en su despacho dando un portazo.
– Pero, ¿qué le pasa a esta tía? – preguntó Belén, mirando a sus compañeras.
Todas se quedaron con cara de sorprendidas. Entonces oyeron unos pasos y una risita en la escalera del sótano. Era Juan Carlos, que subía con una grabadora en la mano y una sonrisa de oreja a oreja.

José Carlos Castellanos

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