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Semana Negra: cerrando maletas y seguimos

Por José Luis Muñoz , 19 julio, 2015

MARERO EN SEMANA NEGRAOtro año más y uno hace las maletas y se despide de Gijón y de su Semana Negra, el festival pionero del género que sobrevive a los años y a sus muchos detractores. Que si mucho ruido, que si fritanga, que si mucho rojerío…. ¿Pulpo o libro? Literatura pulp.

Uno, que tuvo la dicha de estar en la primera cita, en el último cuarto del siglo pasado, y de, por ello, haber hecho un buen número de amistades entre autores, lectores y periodistas, tiene una perspectiva histórica del evento y siente una cierta nostalgia por un festival que ha ido a menos, por muy diversos motivos, pero cuyo corazón sigue latiendo. Por una parte, y también de eso se trataba y bienvenidos sean todos, cada ciudad de España tiene un festival que emula, en una escala menor, al de Gijón. BCNegra, Salamanca Negra, Noviembre Negro, Pamplona Negra, Matarraña Negra, Mayo Negro, Valencia Negra, Collbató Negre, Granada Noir, Pirineos Negros, San Roque Negro, Getafe Negro, Casas Ahorcadas de Cuenca, y así hasta el infinito, con lo que los aficionados al género tienen que repartirse por la geografía hispana, no pueden estar en todos. Y  hay, también hay que decirlo, una animadversión política hacia esa cita anual que se resiste a morir en el norte de España. La Semana Negra de Gijón fue una creación de Paco Ignacio Taibo II, puede que el agitador cultural más incombustible, y el asturmexicano, en un acto de generosidad, no dudó en ofrecer su cabeza en bandeja hace unos años para que el festival sobreviviera en tiempo de crisis y con un gobierno municipal nada proclive al evento. Hoy, con el mismo entusiasmo, Ángel de la Calle pilota el navío en los viejos astilleros de Gijón.

Se ha tildado, medio en broma, que la Semana Negra es un  campamento de verano para escritores. Se presentan libros, se organizan charlas y debates, claro, pero sigo sospechando que la mayoría de nosotros acudimos al norte para estrechar la mano de los colegas, verdaderos resistentes, que nos encontramos de uvas a peras para hablar de nuestras cuitas y darnos ánimos unos a otros. La sangre, la violencia y la muerte que recorren las páginas de nuestros libros, no se corresponde con el aspecto apacible de quienes los escriben. No conozco, por fortuna, a ningún James Ellroy entre mis colegas.

Un abrazo a Juan Madrid; unas risas con el siempre ocurrente Paco Gómez Escribano; un saludo a Empar Fernández; una presentación compartida con Carlos Salem; palabras sobre libros y burdeles con Luis Artigue; un intercambio de impresiones con Mercedes Rosende, echando de menos a Guillermo Orsi; comentario sobre el pelo largo de Elia Barceló; unas palabras con Ignacio del Valle, que ya se siente mayor siendo un muchacho; una conversación con el lector y exlibrero Julio González Trabanco; un apretón de manos con Alexis Ravelo, para que se me contagie su envidiable euforia canaria; un recuerdo hacia esa Etiqueta Negra que se sigue vendiendo en el recinto, compartido con Paco Ignacio Taibo II, su editor; una rememoración nostálgica de los viejos tiempos con el veterano Julián Ibáñez hablando de Donald Westlake, Lawrence Block, Yulián Semiónov, las estrellas de la primera Semana Negra…y unas sidrinas con mis Amigos del Norte, encantadores y comprensivos como siempre.

Eso es lo que me llevo en la maleta que cierro.

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