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Soy del Atlético de Madrid

Por Esther Bendahan , 2 mayo, 2014

Yo soy del Atlético de Madrid. Si me preguntan respondo. Pero qué significa. Cuando hay un partido como el de la Semifinal de copa de Europa como el que jugó contra el Chelse significa que quiero que gane y que celebro que lo haga. Que el primer gol del Chelsea derrumbó de repente un sentimiento de esperanza que se renovó con el primer gol del Atlético, ese gol valía por dos repetía en el restaurante donde no veía el partido y preguntaba, sin embargo, por el resultado. Sí porque en realidad no veo partidos, sino que me intereso por los resultados. Pero si analizo el Yo soy del… de repente me sorprendo. ¿Desde siempre ha habido ese sentimiento de pertenencia patriótico a un equipo? El fútbol moviliza emociones intensas, sin duda. En primer lugar está la pertenencia. Luego la sorpresa, la inmediatez, el directo, la emoción de lo imprevisible. Luego el lenguaje, el valor simbólico. Poderoso equipo, valiente, emocionante, viven un sueño, más grande… Luego están los jugadores que anuncian calzoncillos, cuerpos griegos como dioses de barro, iconos heroicos, modelos. Y cada vez más espectadores serviciales seguimos con grandes emociones perteneciendo a algo ambiguo y en realidad vacío. Porque no significa nada ese Soy de.

El otro día paseando cerca del Estadio del Bernabeu, como si un cámara de la película La Gran Belleza, hubiera depositado su mirada en mi hombro, apareció frente a mi las imágenes a cámara lenta, un color matizado por el azul intenso madrileño, de la multitud caminando hacia un nuevo partido, sábado por la tarde. ¿Recuerdan esa terraza donde personajes perdidos en identidades frágiles bailaban hasta lo patético? Así de repente el cámara me mostró esa fiesta de bufandas y padres emocionados acompañando a sus hijos, jóvenes con los rostros distorsionados en gestos de adoradora entrega, algunos, los menos, con las marcas de la batalla, guerreros dispuestos a saltar sobre el adversario, aquellos que lanzan plátano, de canarias o caribeños, a la pista. Una música del Mesías de Händel acompañaba ese movimiento de tambor y trompeta lo que de daba ese aire extraño, pero más verdadero.

Y es que con el fútbol me sucede como con esas revistas de cotilleos de sociedad, no es que no atraigan secretamente mi curiosidad más morbosa, es que voluntariamente decido no dejarme llevar por lo irrelevante. Así el fútbol a pesar de su intensidad debería de plantear la cuestión de la medida. Sí, nos moviliza, pero hay límites que no se deben sobrepasar, atención, a veces es un placebo frente a la verdad: La hipoteca. Y sigue enriqueciendo a unos pocos. Hay un límite, cuando se sobrepasa en como la capa de ozono. Cuando por un partido se aplazan actividades culturales, convocatorias, si se detiene lo realmente generador de cambios, lo que nos devuelve al pensamiento lúcido deberíamos vernos a cámara lenta, con distancia. Porque lo primero es yo soy y yo debo.

Y ojala que gane el Atlético de Madrid.


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