Taiwán: un vigoroso y fructífero pulso entre tradición y modernidad
Por Mariano Velasco Escudero , 4 mayo, 2018
Tres imágenes bien distintas de Taiwán: edificio Taipéi 101; “sala de máquinas” del restaurante Din Tai Fung; jardines del Museo Nacional del Palacio
Una visita gastronómica al restaurante Din Tai Fung de Taiwán , situado en la planta baja del rascacielos Taipéi 101 (el que fuera hasta 2010 el edificio más alto del mundo) ejemplifica a la perfección la mezcla de sensaciones, contrastes e incluso contradicciones que el viajero occidental puede llegar a experimentar en un destino como Taiwán, fenómeno del que, sorprendentemente, esta isla del sureste asiático acaba saliendo siempre bien parada.
El restaurante, una de las referencias gastronómicas de la capital, Taipéi, posee una cocina a la vista del cliente donde una veintena de esforzados empleados trabajan concienzudamente dale que te pego en la elaboración de los famosos xialongbao, sabrosas empanadillas al vapor rellenas de carne y caldo que en cuestión de segundos estarán listas para consumir. Lo llamativo es que más que una cocina elaborando uno de los platos más tradicionales de la gastronomía taiwanesa, aquello parece el laboratorio de uno de los tres grandes parques tecnológicos con los que cuenta la isla; más que cocineros, aquellos hombres parecen científicos experimentados en I+D+i.
Y es que la sensación final que a uno le queda tras la visita, ya no al restaurante, sino a todo Taiwán, es que la isla parece vivir en un continuo y vigoroso pulso entre el respeto por las tradiciones y la modernidad, entre lo tradicional y lo tecnológico.
Taipéi 101
Esa misma sensación aparentemente contradictoria pero que acaba dando excelentes frutos persiste al visitar el famoso rascacielos antes aludido, el Taipéi 101, donde los mayores adelantos tecnológicos del siglo se combinan con un espectacular diseño arquitectónico que se asemeja a algo tan natural y tan tradicional como es un tallo de bambú en crecimiento – representación de la fortaleza eterna en la cultura oriental – y que esconde otros muchos símbolos por descubrir.
El propio nombre del edificio alude, además de al número de plantas, al 100 como símbolo de la perfección y, por ende, al 101 como la pretensión de ir más allá de la perfección. Y no solo a eso, también a las cifras del código binario, redondeando así un juego perfecto entre simbología y tecnología.
El uso simbólico de la numeración en este edificio va todavía más allá, y nos encontramos con la genuina y auspiciosa utilización del número ocho, que pronunciado en chino suena “ba”,semejante a “prosperidad”, y que se puede apreciar en los ocho bloques de ocho pisos cada uno que componen la estructura principal del rascacielos.
De los elementos decorativos de la fachada destacan a primera vista las enormes formas de monedas, símbolo de riqueza, y la utilización ornamental, en diferentes variantes, de un curioso elemento propio del arte asiático, el ruyi, una especie de talismán de formas redondeadas que simboliza poder y buena fortuna y que significa literalmente en chino “según tu deseo” o “como desees”.
Vistas desde el mirador del Taipéi 101 (asoma la decoración en forma de “ruyi”); péndulo antiterremotos; tienda de Zara
Pero no todo es simbolismo y tradición en el Taipéi 101, y tampoco dejarán de sorprendernos sus adelantos tecnológicos, en especial el ascensor de la torre, catalogado como el más rápido del mundo, capaz de alcanzar una velocidad de 1.010 metros por minuto y de subir hasta el piso 89, donde se encuentra el observatorio, en la friolera de 37 segundos. Aquí las cifras son las que son, y no se trata de buscar ya ningún simbolismo, sino sencillamente rapidez, comodidad y eficiencia tecnológica.
Otra llamativa muestra más de la tecnología utilizada en el edificio es el amortiguador de viento y sistema anti terremotos, también el más grande del mundo, y que consiste en una enorme bola de acero de 660 toneladas suspendida entra los pisos 92 y 87 y que, mediante un mecanismo pendular, corrige la oscilaciones del edificio causadas por fuertes vientos, tifones o movimientos sísmicos. Con la forma del artilugio, que puede ser visitado por el público, se han diseñado la graciosas mascotas del edificio, los Damper Baby, que constituyen un simpático recuerdo para los turistas.
Y por último, dejémonos sorprender los turistas españoles por la presencia, en el imponente centro comercial de sus plantas más bajas, de la tienda de Zara, una más aquí entre las firmas más significativas del imperio del lujo, como Louis Vuitton, Dior, Gucci o Prada, entre otras.
Historia
Este ir y venir de contrastes y aparentes contradicciones de las que, como decimos, Taiwán siempre parece salir airoso tal vez tenga su origen en la propia idiosincrasia de este país cuyo nombre oficial es el de República de China, y que lucha por sobrevivir y ser reconocido en la comunidad internacional frente a la presión que ejerce su gigante y todopoderoso vecino, la República Popular de China, que lo reclama como parte de su territorio.
No vendrá mal hacer un poco de historia y recordar que tras la Guerra Civil en China en 1949 y la victoria del comunismo, las tropas perdedoras, comandadas por el generalísimo Chiang Kai Shek, abandonaron el continente y se refugiaron en la isla de Taiwán, donde establecieron un régimen que ha sobrevivido hasta la actualidad, trasmutado hoy en una democracia al más puro estilo occidental, habiendo experimentado con el paso de los años una sorprendente transformación hacia un modelo político, social y económico único en toda Asia.
Modernidad y tradición conviven en Taiwán
Tal proceso de separación que acabó dando origen a lo que hoy conocemos como Taiwán conlleva, no obstante, que la sociedad taiwanesa parezca inmersa en una continua búsqueda de su propia identidad, proceso en el que salen a relucir con toda su fuerza y brillo sus contrastes y contradicciones. Y ello tiene al final su reflejo en la aludida pretensión de equilibrio entre modernidad y tradición, entre un afán por un lado de distinguirse y reivindicarse por su progreso y modernidad, y su pretensión por el otro de mantener vivas sus tradiciones y costumbres más ancestrales, compartidas con el continente. Todo ello acaba creando fenómenos como los arriba mencionados y otros muchos que tendremos ocasión de referir.
Monumento Conmemorativo a Chiang Kai Shek
Adoptar tal perspectiva histórica para explicar el origen y la razón de ser del Taiwán de hoy nos lleva inevitablemente a otro de los lugares más significativos de la capital, el Monumento Conmemorativo a Chiang Kai Shek, donde volvemos a encontrarnos con reveladores contrastes. Podemos optar por asistir, por un lado, al ritual del cambio de guardia al pie de la enorme estatua del generalísimo, cuya solemnidad, precisión y, sobre todo, culto a la personalidad política del antiguo líder recuerda épocas pasadas y que cada vez es más puesto en cuestión por parte de los taiwaneses; o inmiscuirnos, por el contrario, en el ambiente festivo, familiar y de relajación del que tanto locales como turistas disfrutan en la inmensa explanada que da entrada al monumento, hoy rebautizada como Plaza de la Libertad, en honor del tránsito a la democracia (con muchas similitudes con el vivido en España) experimentado en Taiwán.
Monumento Conmemorativo a Chiang Kai Shek: Plaza de la Libertad; cambio de guardia
Museo Nacional del Palacio
Centrándonos ahora en la perspectiva cultural, no hay que irse muy lejos para disfrutar, en las afueras de Taipéi, de otra de las joyas de Taiwán, que precisamente debe su existencia a esa curiosa singladura que dio origen a lo que hoy es el país y a la búsqueda, en este caso, de una identidad cultural. Se trata del Museo Nacional del Palacio, que alberga la que está considerada como la mejor y más grande colección de arte chino del mundo.
Para conocer cómo semejante tesoro cultural llegó a Taiwán conviene hacer de nuevo un poquito de historia. Una vez proclamada la República de China en 1912, la Ciudad Prohibida(nos encontramos ahora en el continente) siguió albergando al menos dos grandes tesoros: uno era un pequeño niño de nombre Pu Yi, el último emperador cuya azarosa vida tan bien nos contó Bertolucci en el cine, a quien se le permitió seguir viviendo recluido en la que había sido residencia de emperadores; y el otro era la inmensa colección de arte reunida a lo largo de los siglos por los emperadores. En 1924, Pu Yi fue finalmente expulsado de la Ciudad Prohibida, y en cuanto a la colección de arte, se inició un periodo de reordenación y catalogación, y por fin pudo ser exhibida en 1925 en el Museo de Palacio. Se vivía entonces una época de gran inestabilidad, debido sobre todo a las tensiones con Japón, y la colección peligraba, por lo que fue trasladada primero a Shanghai (1933); después a Nankín (1936); luego, una vez declarada la guerra total con Japón (1937), se repartió entre Omei, Leshan y Pahsien, para acabar nuevamente en Nankín (1947).
Pero la odisea aún no había terminado, porque tras la Guerra Civil, el derrotado gobierno nacionalista de Chiang Kai Shek consiguió que la mayor y mejor parte de la colección cruzara el Estrecho de Taiwán, escondiéndola primero en una cueva en la montaña para ocupar finalmente, ahora sí, su destino definitivo: el magnífico Museo Nacional del Palacio (y ya estamos otra vez en la isla).
Museo Nacional del Palacio
La inabarcable colección del museo, de casi 700.000 objetos a día de hoy, comienza en la edad del Neolítico (6200 adC) para llegar hasta las últimas dinastías, y alberga impresionantes colecciones de jade, bronce, cristal, porcelana, pintura, caligrafía y otras artes decorativas. Entre sus piezas más admiradas por el público, destaca la mundialmente famosa col de jadeíta que probablemente llevó al palacio como dote la concubina del emperador Kuang-hsu, de la Dinastía Ching, y que simboliza la pureza de la nueva esposa. Su creador utilizó la parte blanca del jade para esculpir el tallo y la parte verde para los hojas, y añadió sobre estas últimas dos insectos, un saltamontes y una langosta, caracterizados ambos por su fecundidad, y que simbolizan la bendición auspiciosa de una numerosa descendencia.
Otros objetos muy admirados son el trozo de carne esculpido en piedra, también de la Dinastía Ching, y la vasija de bronce de la Dinastía Chou Occidental, que contiene una inscripción de 500 caracteres sobre su parte interior. A la salida conviene visitar el restaurante Silks Palace, en edificio adjunto, en el que uno puede zamparse literalmente los principales tesoros del museo gracias a sus originales, trabajadas y sabrosas reproducciones de la col de jade o de la pieza de carne, entre otros .
Izquierda: piezas del Museo. Derecha: platos del restaurante
Templos y libertad de culto
Seguimos buceando en nuestro mar de contrastes y contradicciones para sumergirnos ahora en la vida espiritual de la isla donde, a diferencia de lo que ocurre en el continente, existe una absoluta libertad de culto. Resulta curioso observar cómo gentes de todo tipo, edades, condición y creencias se dan cita en los numerosos templos, que suelen estar dedicados ya no solo a varios dioses, sino incluso a diferentes religiones, entre las que sobresalen los ritos budista y taoísta. Llama la atención también la presencia de numerosa gente joven en su interior. El fenómeno tiene en parte su explicación en que muchos de los dioses venerados otorgan a sus fieles buena suerte en los exámenes o exitosos resultados en la búsqueda de pareja, dos pretensiones muy habituales entre la gente joven.
El Templo Lungshan, en el Distrito Manka de Taipéi, es lugar habitual de rezo y veneración, y estuvo dedicado en su origen a Guan Yin, Diosa de la Misericordia, del rito budista. Con el tiempo, el santuario ha ido incluyendo toda una serie de deidades también del taoísmo, habiéndose convertido hoy en día en una verdadera muestra de la mentalidad tolerante de los taiwaneses en lo que a religión respecta y en una referencia de típica arquitectura china en Taiwán. Uno de los elementos que más llaman la atención al visitante son los coloridos fénix y dragones que decoran el sinuoso tejado, y que en la mitología tradicional china representan el yin y el yang, respectivamente.
Detalles de dragón y fénix en el tejado del templo Lungshan
Merece la pena detenerse a observar y, por qué no , también a practicar algunos de los rituales característicos del templo, como el curioso método de adivinación mediante el lanzamiento al suelo de los jiaobei, dos piezas de madera con forma de media luna con una cara redondeada (yin) y la otra plana (yang). Uno coge en sus manos las piezas al tiempo que pronuncia su nombre, fecha de nacimiento y dirección, y a continuación se formula una pregunta. Se lanzan las piezas a suelo y si cae una con la cara redondeada hacia arriba y la otra con la cara plana hacia arriba la respuesta es “sí”. Si quedan hacia arriba las dos caras redondeadas, la respuesta es “no”. Si son las dos caras planas las que se muestran hacia arriba significa que la pregunta no es adecuada, o no ha sido bien entendida. Se interpreta incluso, dado el balanceo de los maderas en este último caso al quedar apoyadas sobre la cara curva, que la divinidad se puede estar riendo de nosotros.
Templo Lungshan
El método de adivinación se puede complementar con unas tablillas de madera de bambú que contienen un número. El visitante elige una y pregunta, según el método antes descrito, si es la tablilla adecuada. Si obtiene respuesta positiva, debe dirigirse a un armario con cajoncitos que habrá en algún rincón del templo y extraer del cajón que corresponda al número de su tablilla un papelito que contendrá un mensaje en forma de poesía, oráculo o adivinación que responderá, en mayor o menor medida, a sus interrogantes.
Mercados nocturnos
Acostumbrados como estaremos ya a todo tipo de misceláneas, no nos sorprenderá comprobar el revoltijo de olores, sabores, colores, sensaciones y gentes de todo tipo tan característico de los mercados nocturnos de Taiwán, a los que acuden tanto turistas como ciudadanos locales, pero que se han convertido en los últimos años en el principal atractivo turístico del país, por encima incluso del Museo Nacional del Palacio o del Taipéi 101. Dependiendo del tipo de mercado elegido, encontraremos más abundancia de unos artículos u otros, pero nunca faltarán los sabrosos aperitivos, las coloridas frutas, los deliciosos pasteles de piña, las chucherías varias o todo tipo de gadgets y artilugios de variada – y a veces insospechada – utilidad.
En aquellos que predomina la comida, como es el caso del popular Raohe Street Night Market,se puede experimentar la manera taiwanesa de “ir de tapas”, pues lo más habitual es degustar en los puestecillos todo tipo de aperitivos y pequeños platos variados, aunque lo más llamativo es el fuerte y característico olor del stinky tofu, o tofu apestoso – una variedad de este “queso de soja” fermentado que huele que alimenta -, del que se dice que cuanto más apesta, mejor sabe. La selección “Bib Gourmand”, con la que la Guía Michelín reconoce los lugares que ofrecen cocina excelente a precios asequibles, distingue en 2018 un total de 36 espacios de Taipéi, diez de los cuales están situados en mercados nocturnos, tres pertenecen a este Raohe Street Night Market y al menos uno de ellos se caracteriza por su especialidad en stinky tofu.
Tan llamativos como el olor del tofu resultan los colores de la variedades de frutas, entre las que destaca la conocida como “cabeza de Buda”, una variedad tropical de la chirimoya, que llama de inmediato la atención por la peculiar forma que le da nombre.
Ambiente en Raohe Street Night Market
Tainan
Si Taipéi es la capital financiera y gran urbe metropolitana, Tainan, al sur de la isla, es un claro ejemplo de ciudad rica en cultura, tradiciones e historia pero a la que – por seguir insistiendo en los contrastes – se llega en el medio trasporte más moderno de Taiwán, el tren bala, y en la que el actual Gobierno quiere implantar la base permanente del desarrollo de las industrias tecnológicas. Su parque científico, uno de los tres grandes complejos tecnológicos de I+D+i en Taiwán, ha sido elegido por la empresa Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. (TSMC) – líder mundial en la fabricación de circuitos integrados – como sede para el desarrollo de los chips de 3 nanómetros, que dicho así puede sonar algo frío, pero que, a grandes rasgos, supondrá una inversión de 20.000 millones de dólares para esta empresa taiwanesa que es la principal suministradora de esta tecnología para el gigante Apple.
No obstante, las calles de Tainan, salvo si acaso por la cantidad de motocicletas que las recorren, parecen vivir ajenas a tanta tecnología punta, y se regodean más en una ajetreada vida al aire libre, favorecida por su agradable clima subtropical y por la abundancia de templos y edificios históricos, en una mezcla de su pasado colonial en el que salen a relucir los restos de la presencia japonesa y, sobre todo, holandesa.
Torre Chihkan
Uno de los lugares más característicos de la ciudad de Tainan, muy representativo de su historia, es la Torre Chihkan, también llamada Fort Provintia, una antigua fortaleza construida por los holandeses en 1653, quienes tuvieron una fuerte presencia en Taiwán durante el siglo XVII, sobre todo en el sur de la isla. Los “pelirrojos”, como les llamaban los locales, dominaron el sur de la isla mientras que los españoles nos asentábamos en el norte, rivalizando ambos por hacerse con los recursos naturales de Taiwán. Favorecidos por la marcha de las tropas españolas a Filipinas para apaciguar a los rebeldes nativos, finalmente los holandeses se hicieron con el control definitivo de la isla hasta que fueron expulsados por las tropas de Koxinga – un verdadero héroe nacional – en 1661, estableciendo este allí la base para sus expediciones por Taiwán. La denominada “Estatua del compromiso entre Kotxinga y los holandeses”,símbolo de la rendición de los “pelirrojos”, recibe a los visitantes en el jardín de acceso al recinto. En la línea de lo eufemístico de su nombre, el monumento es de lo más políticamente correcto, y representa a los holandeses de pie en lugar de en su posición supuestamente original, esto es, arrodillados ante el “señor del apellido imperial”, que es lo que significa el nombre de Kotxinga.
Torre Chihkan
Tras una convulsa historia, destruido primero por un terremoto, reconstruido como escuela, templo y pagoda y utilizado por los japoneses como hospital militar, el complejo de bellos edificios que forma la Torre Chihkan es hoy un museo histórico testigo de la gloria pasada del lugar, en el que destacan sobremanera el Templo de Haishen, el Dios del Mar, y el Pabellón Wenchang, con un santuario dedicado a Lord Kuixing, a quien los estudiantes rezan para aprobar sus exámenes. Se trata de un curioso personaje de apariencia y rostro grotescos, inspirado en uno de los caracteres que forman su nombre, “kui”, que significa demonio, y que sostienen un pincel en su mano derecha.
Santuario dedicado a Lord Kuixing
Templo de Confucio
Otra visita obligada en Tainan es el Templo de Confucio. Construido en 1665 y reconstruido en numerosas ocasiones a lo largo del tiempo, se trata del templo más antiguo de los trece que hay en todo Taiwán dedicados al Gran Maestro. Este se distingue especialmente de los demás por mostrar tablones con dedicatorias de ocho de los diez emperadores de la última dinastía (Ching), así como de todos los presidentes de la República después de la II Guerra Mundial. Falta la dedicatoria del primer emperador de la dinastía, que ya había fallecido cuando el templo fue construido, y la del último, retirado de su reinado al proclamarse la republica siendo todavía un niño. La presencia de tales tablones colgados en la sala principal del templo imparte legitimidad espiritual y moral al gobernante de turno, indicando que su autoridad ha sido aceptada por el pueblo desde lo más profundo de su corazón. Cada gobernante tiene un tiempo prudencial para pensar en un sencillo verso de cuatro caracteres chinos que logre sintetizar e interpretar el pensamiento confucianista con la visión y postura política propia del nuevo gobernante.
Estudiantes en el Templo de Confucio
Hay quien opina que no resulta del todo correcto hablar de “templo” en el caso de los recintos dedicados a Confucio, porque el Maestro de Maestros nunca quiso ser relacionado ni comparado con ninguna divinidad. Al contrario, fue uno de los primeros pensadores en el mundo que se opuso tenazmente al culto a la personalidad y a la idolatría. Y en realidad, comparado con la excesiva ornamentación y la exuberancia de otros templos, el Templo de Confucio no tiene aspecto de lugar de culto, sino más bien de todo lo contrario, de espacio de pensamiento y respeto, y es sobre todo visitado, como no podía ser de otro modo, por grupos de escolares.
Además de su gastronomía, que pasa por ser una de las mejores y más variadas de Taiwán, Tainan brinda al visitante la oportunidad de realizar numerosas compras, principalmente en lugares como en la tiendas de artesanía del Blueprint Culture and Creative Park o la céntrica Beimen Rd., donde uno puede encontrar prácticamente de todo, y en especial una muy completa oferta de productos informáticos a buenos precios. Siguiendo esta calle hasta el final, a la izquierda queda el popular mercado nocturno Ta-Tung en el que, además de degustar la gastronomía característica de los coloridos y olorosos puestecillos, resulta curioso comprobar la afición de los jóvenes taiwaneses a todo tipo de juegos de azar y de apuestas, en los que los premios suelen ser casi siempre artículos sencillos o baratijas, como peluches o artilugios de escaso valor, pero en los que la chavalería invierte tiempo y dinero de manera llamativa.
Tainan es ciudad de templos y motos
Entre otros productos que se pueden comprar en los puestos de este mercado nocturno llama la atención la cantidad de cascos para motoristas (en toda la isla hay registradas 14 millones de motos para sus 23 millones de habitantes, y un porcentaje muy importante de ellas están en Tainan), así como la variedad de mascarillas anti contaminación, de uso habitual entre los taiwaneses, y que las hay de todos los diseños y colores imaginables, casi como si se tratara de un complemento de moda más que de una necesidad.
Bosque de Manglares
Para finalizar la visita a Tainan qué mejor que buscar un lugar original y diferente, como el conocido como “Túnel verde de manglares de Sicao” que, en contra de lo que podría parecer, no es ningún complejo urbanístico de infraestructuras, sino un relajante recorrido en embarcación por un tupido bosque de mangares, cuyas ramas se cierran sobre las cabezas formando un túnel natural por el que transita el río, y que se acaba estrechando considerablemente en algunas partes de la travesía. El reflejo de los manglares en el remanso del agua forma bellas imágenes ante las que es difícil permanecer impasible, con lo que es habitual acabar con algún que otro chichón en la cabeza al incorporarse uno para no perderse la foto de rigor. El recorrido comienza y finaliza en el fabuloso Templo Dazhong de Sicao, con la recargada ornamentación de sus tejados que son visibles desde el barco al principio del recorrido, mientras la espesura de los manglares lo permite.
Paseo por los manglares de Sicao
Nombre oficial: República de China (Taiwán)
Capital: Taipéi
Idioma: mandarín
Extensión: 36.197 km2
Población: 23,55 millones
Moneda: Nuevo Dólar Taiwanés
Cómo ir: La compañía taiwanesa China Airlines vuela en combinación con Air Europa con código compartido, billete único y facturación única, con cambio de vuelo en Amsterdam o Frankfurt.
Oficina de Turismo: https://spanish.taiwan.net.tw/
Oficina Económica y Cultural de Taipéi en España: https://www.roc-taiwan.org/es_es/index.html
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