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Bali, remanso de paz

Por Leyre de Cepeda Aparicio , 28 enero, 2014

Al sur de la salvaje Malasia, y al norte de la trepidante Australia se encuentra Indonesia, formada por 17.508 islas donde la que más suena es Bali. Enclave hinduista en medio del país que alberga más musulmanes del mundo, pero un hinduismo propio, conocido como ‘Balines’ y una lengua autóctona donde la única palabra que no tiene cabida es ‘estrés’.

La isla atrae a millones de turistas que inundan sus playas, visitan templos o compran imitaciones en sus mercados callejeros, pero lo fascinante de Bali no es lo que está a simple vista, sino la ‘PAZ’, es el único sitio en el que se puede respirar, sentir, oler e incluso tocar, está en el ambiente y todos sus habitantes la transmiten con su constante sonrisa y su saludo, juntando ambas manos.

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Guía balinés en el templo de Taman Ayun, Bali.

Ubud

Lejos de las masificadas Kuta y Nusa Dua, enclaves turísticos por antonomasia en Bali, se encuentra Ubud, a 20 kilómetros al norte Denpasar, capital de la isla. Destino que muchos turistas sólo ven en excursiones de un día. Sin embargo, un guía autóctono me aconsejó pasar allí un mínimo de tres días y aún sigo agradecida por ello. Dormir entre arrozales en una villa espectacular por un precio irrisorio, cenar en los restaurantescon más encanto que he visto en mi vida y disfrutar de un masaje balinés admirando paisajes inolvidables, todo eso acompañado siempre de música de fondo. En todas partes tienen melodías balinesas que despejan tu mente haciendo que te olvides de todo lo mundano y que, curiosamente, eres capaz de recrear en tu mente cada vez que piensas en Bali. Eso es Ubud.

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Villa Balinese, Ubud, Bali.

De día se puede recorrer su mercado típico donde ‘es de obligado cumplimiento’ regatear para adquirir la artesanía típica de la isla, o recorrer el ‘Monkey Forest’, sólo amantes de estos animales o intrépidos, ya que los monos se te suben en busca de comida y pueden vivirse situaciones muy cómicas.

Seminyak

Después de eso, podemos pasar unos días disfrutando de las playas de Seminyak, donde se pueden contemplar unos preciosos atardeceres desde su local de moda, Ku De Ta, donde está prohibido entrar con camiseta puesta y los cócteles que sirven son un poco elevados de precio, pero un día es undía y estamos de vacaciones.

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Ku De Ta, playa de Seminyak, Bali.

Los Templos

También podemos combinar los días en Seminyak con excursiones a los templos, siempre acompañados del característico pañuelo (sarong) para cubrir nuestras piernas. Con un poco de suerte podemos contemplar como preparan sus características ceremonias con su excesiva decoración, toda preparada cuidadosa y artesanalmente por ellos.

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Ceremonia en el Templo de los murciélagos (Goa Lawah), Bali.

Visitamos muchos templos, todos iguales y distintos a la vez, la misma esencia pero diferentes y hermosos, muy hermosos. Mi preferido fue el de Tanah Lot, que se puede contemplar desde un imponente acantilado y que se encuentra metido en el mar y azotado constantemente por el fuerte oleaje del océano Índico.

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Templo de Tanah Lot, Bali.

Danza Balinesa

Por último, no podemos marcharnos de la isla sin acudir a una auténtica danza balinesa, donde representan una tragicomedia. El argumento, estrictamente religioso, es difícil de comprender por las mentes occidentales, pero muy curioso de ver y apenas nos robará una hora de nuestro preciado tiempo en la isla.

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Bailarinas balinesas representando la danza típica de la isla.

Bali te marca de por vida, su esencia entra en tu cuerpo y es capaz de curarte en momentos de estrés, sólo con cerrar los ojos y recordar. Pero eso sí, hay que olvidarse de los grandes complejos turísticos, hay que entrar de lleno, habitar en sus villas, mezclarte con su gente, empaparte de su amabilidad y amar la isla para siempre jamás.

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Templo de Uluwatu, Bali.

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