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De los Derechos Humanos y las relaciones internacionales

Por Agustín Ramírez , 2 mayo, 2014

Hace unos días aparecía una portada en un periódico digital en el que se veía una foto del Rey Juan Carlos rodeado de jeques de los Emiratos Árabes y de ministros del gobierno de España sobre el título de “los amigos del Golfo”. ¡Bravo por la doble lectura! Pero, tras la sonrisa maliciosa, me surge una reflexión: ¿se habrá quedado obsoleta la afirmación de Carl von Clausewitz (1780-1831) de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”?. Si uno mira el mapa de conflictos del mundo es evidente que no, más bien se ha quedado incompleto y debieran añadirse a la guerra, la economía y la diplomacia, aunque ésto nos llevaría a cuestionarnos el concepto de “la política”.

La foto antes citada pone de manifiesto que lo más importante en las relaciones entre los Estados no es otra cosa que el dinero. Mucho se habla del respeto a los Derechos Humanos, mucho se habla de congelar las relaciones con los países que violan los Derechos Humanos como método de presión para forzarles a respetarlos. ¡Tonterías!.

Como demasiadas cosas en esta vida y en este mundo, lo que importa en las relaciones internacionales, y en demasiadas otras relaciones, es el dinero, es el poder del dinero.

China, Emiratos Árabes, Marruecos, Rusia, Israel son, entre otros, un claro ejemplo de países donde los Derechos Humanos son conculcados sistemáticamente, bien sea en su interior o en sus relaciones con los países limítrofes, y NO PASA NADA, ¿por qué? porque son poderosos, porque tienen poder e influencia en el mundo económico y financiero. A este tipo de países se les tolera casi todo, se vuelve continuamente la vista hacia el otro lado para no perjudicar las relaciones económicas, mucho más en este mundo globalizado. Y a esto le llaman “real politik”, un eufemismo, dicho en el idioma del imperio, para justificar que no se puede hacer nada frente a ellos, que hay que someterse a sus dictados y, lo más, intentar atemperar, de buenos modos y muy suavemente, su voracidad económica para que algunos países no pasen de ser colonias mendicantes de los poderosos.

Y aquellos países a los que se les exige el cumplimiento de los Derechos Humanos a rajatabla es porque tienen una característica muy despreciable en el mundo de hoy: son pobres, no aportan nada, y no son necesarios ni imprescindibles; a estos países sí se les aplica la hipocresía del cumplimiento a rajatabla de los Derechos Humanos, por poner un ejemplo, Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Palestina, etc.

Cierto es, también, que la geoestrategia influye mucho en estas posiciones: Cuba está demasiado cerca de los Estados Unidos de América y no conviene recordar el embargo a que está sometida desde hace decenas de años, Palestina es otro país, o casi oficialmente, al que se le niega el pan y la sal, incluso el agua, en aras de una defensa monolítica de Israel como garante de la paz en la zona, poniéndose de manifiesto que el incumplimiento sistemático de las resoluciones de la ONU dan lo mismo por tratarse de un país tan poderoso como lo es el lobby judío, dejándola en una posición tan desairada como, quizás, merecida. En definitiva, las relaciones internacionales, están presididas por el poder del dinero y su sometimiento a él, y no saquemos a pasear ideas raras como aquellas que se preguntan ¿por qué reivindican el respeto a los Derechos Humanos países que aplican, todavía hoy, la pena de muerte?, ¿por qué reivindican el respeto a los Derechos Humanos países que permiten y fomentan los paraísos fiscales? La respuesta la escuché el otro día cuando el director de un periódico nacional, cercano a la extrema derecha y al Presidente Rajoy, espetaba a un compañero de mesa: ¡es la real politik, hombre, que no te enteras!


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