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De tres hombres a los que la muerte se llevó por delante sin gloria alguna

Por Víctor F Correas , 12 noviembre, 2015

Que la vida es mísera cuando quiere serlo, es evidente; que de lagarta tiene un rato y lo mismo hoy te agasaja que mañana te apuñala por la espalda, también; que hay que tomársela como lo que es, un viaje de duración limitada y apurar hasta la última gota, no hace falta repetirlo.

Viene esto a cuento porque no es plato de buen gusto encontrarse tres fiambres de los que no sabes nada desde hace tiempo y enterarte por un pequeño diario de lo negras que las pasaron antes de que la parca rematara su trabajo; que fue fino, filipino. Fiambres como los de los británicos Robert Falcon Scott, su lugarteniente Henry Bowers y el doctor Edward Wilson, hallados tal que hoy hace ciento tres años a diecinueve kilómetros al sur del depósito de víveres One Ton Depot, en la Plataforma Ross. Los encontró siete meses después de palmarla una expedición de rescate al mando del médico cirujano naval Edward Atkinson, y lo que leyó en el diario hiela la sangre a cualquiera. Saber de las penurias de lo que se dejaron la vida en pos de un sueño –ese citius, altius, fortius que tanto nos caracteriza- que otro les arrebató por la mano, y de su lucha por conservar la vida cuando el sueño ya se desvaneció mientras contemplas los cuerpos congelados de los protagonistas de aquellas últimas y agónicas líneas, requiere una templanza y serenidad que no están al alcance de cualquiera. Y es entonces cuando, a pesar de que la gloria dio la espalda a esos infortunados, surge la espontánea reacción de rendirles homenaje, de celebrar su coraje, sus ganas de llegar a donde nadie más llegó y de conmemorar su hazaña. Por las narices que le echaron, sin más, aunque no lograran el primigenio objetivo, ni tampoco el mayor de todos, que es seguir encarando la vida con una pizca de voluntad y de ganas de luchar. En todos los órdenes de la vida.

Así comienza el repaso a este doce de noviembre que deja poquita cosa más. En el imperio se celebraron elecciones municipales hace hoy ciento diez años, y en Madrid el PSOE obtuvo un éxito notorio. Entre los concejales elegidos, dos llamados a hacer historia: Pablo Iglesias y Francisco Largo Caballero. Historia que cuenta, y seguirá contando, mucho de ellos pues habrían de llenar algunas de sus páginas.

Y el Politburó del PCUS, tras enterrar dos días antes a Leonidas Breznev, su secretario general y mandamás de la madre patria rusa, designaba hace treinta y tres años a Yuri Andropov -que de edad andaba por la de Breznev- como su sucesor. Andropov se encargó de deteriorar más de la cuenta las relaciones con EE.UU, aunque no duraría mucho; dos años después una enfermedad renal se lo llevaría por delante. Luego vendría Gorbachov. Como siempre, el resto es historia.. Andropov se encargó de deteriorar más de la cuenta las relaciones con EE.UU, aunque no duraría mucho; dos años después una enfermedad renal se lo llevaría por delante. Luego vendría Gorbachov. Como siempre, el resto es historia.

Sumemos a todo esto que hoy hace un año un artefacto construido por el hombre conseguía aterrizar en la superficie de un cometa a quinientos diez millones de kilómetros de distancia de la Tierra. El artefacto es la sonda Philae y el cometa, El 67P/Churyumov-Gerasimenko. Para unas prisas el nombre; y que el acorazado Tirpitz, gemelo del Bismarck, fue hundido por una treintena de bombarderos de la fuerza aérea británica hoy hace setenta y un años. Mil de sus casi dos mil tripulantes perdieron la vida.

Por lo demás, el día nos deja el nacimiento de Auguste Rodin hace hoy ciento setenta y cinco años, autor de las ya míticas esculturas El beso y El pensador; la muerte en París de Juan Negrín, último jefe de Gobierno de la Segunda República Española, hoy hace cincuenta y nueve años; y la de otro jefe de Gobierno, José Canalejas, que hoy hace ciento tres años se detuvo delante del escaparate de la librería San Martín de la Puerta del Sol y se lo llevaron por delante de unos cuantos tiros. Eran otros tiempos.

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