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El planeta elástico

Por Javier Pérez , 25 julio, 2015

tierracuadradaTengo que reconocerlo: nunca conseguí que mi abuela fuese heliocéntrica. Era imposible convencerla de que la Tierra giraba alrededor del sol, en vez de ser al contrario, como parece obvio. No daba crédito al asunto. Al final, un día, cuando se cansó de oír mis explicaciones, me acabó diciendo que sería como yo decía pero, para lo que de veras importaba, era el sol el que daba vueltas por el cielo.
Luego fui yo el que se instruyó un poco más y descubrí que quizás Einstein y su relatividad le hubiesen dado la razón a mi abuela, pues desde su punto de vista, y para la clase de Universo que ella manejaba, el geocentrismo resultaba mucho más eficiente. Todo es relativo, compañeros, desde la esperanza de vida, a la rentabilidad del banco: ¿Cuánto nos pagan de intereses por ese dinero? Nada y menos. Y esta vez no es un dicho, sino que va en serio: nos pagan menos que nada porque a fin de año los intereses son menores que las comisiones de mantenimiento. ¿Y cómo es posible eso? Porque el Banco Central Europeo les presta el dinero, todo el que quieran, al cero por ciento de interés. Si en lugar de ser bancos se dedicasen a dar mini créditos al instante, todo sería ganancia.
Pues bueno: después de aquellas discusiones de hace tantos años me entero el otro día en un programa nocturno de Radio Nacional de que la circunferencia de la Tierra es variable, ¡nada menos!, y que su radio real, el que de veras nos importa en la vida diaria, depende del precio del petróleo.

Resulta que unos economistas checos han calculado que por cada dólar que sube el precio del petróleo, el radio de la Tierra aumenta cien kilómetros a nivel económico, y que las distancias reales, las que deben tener en cuenta los departamentos de logística de las empresas en sus gráficos de deslocalización, exportación e importación se miden en esta clase de kilómetros dolarizados, y no en los de toda la vida, de los que tienen mil metros.
Cuando sube el precio del petróleo, el tamaño efectivo del planeta aumenta, y resulta menos rentable destruir puestos de trabajo aquí para llevárselos a Corea o a Turquía, sobre todo si se piensa traer aquí de nuevo lo que se produzca para venderlo a cien veces su coste. Cuando el petróleo baja, la Tierra encoge y todo queda más cerca, por lo que es más rentable invertir en turismo, o dedicar esfuerzos al comercio.
Por eso, cuando veamos subir el precio del barril, porque lo veremos y muy pronto, quizás no tengamos que ser tan pesimistas, porque lo mismo que nos costará más a nosotros llenar el depósito de la furgoneta, también le costará más, mucho más, al que trae las alubias de Argentina, los garbanzos de México, los juguetes de China y las maquinillas de afeitar de Filipinas.
Cuando la Tierra se agranda sale más rentable producir aquí y además, se contamina menos. Cuando la Tierra se agranda, la distancia pesa más en la mezcla de variables que determinan una decisión. Así que quizás, mira tú por dónde, un salvaje encarecimiento de la energía sea, contra todo pronóstico, una forma de salvación, sobre todo para los que vivimos en zonas a las que la globalización ha hundido en la ruina, la irrelevancia y la perpetua falta de competitividad con gente, dicho sea de paso, a la que no se exige que cumpla las mismas normas que nosotros cumplimos.
Kafkiano, ¿eh? Cosas de checos…

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