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En el lado sombrío del jardín

Por Rafa Caunedo , 13 junio, 2015

 

EN EL LADO SOMBRÍO DEL JARDÍN

Texto: Rafael caunedo

              «Eva Losada Casanova no escrila foto (2)be, evoca. El lector no lee, siente”.

 

“IR AL OTRO LADO”

Todos tenemos trazada una línea roja en nuestra mente y sólo unos pocos se atreven a cruzarla, la mayoría por error. Ese viaje “al otro lado” puede también hacerse por voluntad propia, aunque no es lo habitual, incluso conociendo el riesgo que supone la posibilidad de “no retorno”.

‘O Caneiro’, la quinta familiar en Sintra donde transcurre la trama de esta novela, supone esa frontera entre lo real y lo que dicen que es la realidad. A ella llega una mujer, Ana Santos, a quien imagino dejar la maleta sobre la grava de la entrada mientras con expresión ausente gira la llave de la puerta dispuesta a sanear todo el aire viciado que la casa esconde, y cruzar ese umbral que da paso a lo funesto, lo oscuro, donde los fantasmas del pasado claman por salir a la luz.

 

Toda historia que se precie tiene un misterio. “En el lado sombrío del jardín” lo tiene, un misterio lejano en el tiempo y enquistado en la memoria, con metástasis que se va expandiendo e invadiendo a cada uno de los personajes, todos ellos enfermos por ocultar secretos y mentiras.

Ana es una mujer carcomida por los miedos; miedo a la noche, a la soledad, al orden, a ser abrazada…., y todos y cada uno de esos miedos le hacen frágil, vulnerable y predestinada al sufrimiento. Llega para saber qué pasó de verdad con sus padres, muertos al caer su coche al mar desde una curva de la carretera de la costa. Sólo averiguándolo cree que podrá volver atrás y cruzar de nuevo su línea roja, esta vez en sentido inverso, de camino a la cordura.

No está loca, pero sale de un psiquiátrico. Es curioso, pero el tono de la novela no me hace verlo como un hospital para enfermos mentales, sino como un manicomio, que es lo mismo pero con connotaciones diferentes. Esta locura, envolvente y obsesiva, el lector la va a percibir durante todo el texto, escrito en un presente agónico a veces, asfixiante casi siempre. Uno tiene la impresión de que Ana va a peor, y eso  me afecta como lector al empatizar con ella como si fuera yo mismo.

Eva Losada Casanova no escribe, evoca. El lector no lee, siente.

El empleo de la primera persona provoca tal acercamiento que hago propias sus obsesiones y anhelo con dolorosa esperanza el esclarecimiento de todo aquello que se pudre dentro de esos muros. Los guardianes de ese polvo envenenado, de esa pátina de falsedades, son variados y a cada cual más sombrío: Telma, la tía: Alessandra, la hermana; el Capitán, el vecino; Ferreira, el médico; Dona Carla, la sordomuda; Ada, la niña de la foto; Joao, el del bar; Mario, el policía… Silvana y Diogo, los espíritus que todo lo justifican con su presencia. Y todos ellos envueltos en emociones, sensaciones… y olores. Ana guarda en un armario una colección de botes con olores.

“Porque los olores no pueden ser mentira y siempre permanecen agazapados en alguno de nuestro poros y, cuando sudamos desnudos, salen, siempre salen”.

 

“En el lado sombrío del jardín” debe leerse con una libreta a mano, en la que anotar frases, metáforas, sutilezas impregnadas con la esencia de olores que nos llevaran hasta esa quinta de Sintra donde quisiera estar ahora para ver la imagen de una mujer sentada en un acantilado con las piernas colgando, dejando caer sus zapatos al violento oleaje que rompe allá abajo.

Un placer este viaje interior construido sobre la base de un secreto que contiene muchos más secretos dentro y que hacen de esta historia un deleite para esa parte del cerebro a la que le gusta sumergirse en el lado gris de la vida, aunque como Ana Santos dice: “Soñar gris no es vivir”. No os de miedo sentir amargura cuando lo leáis porque vendrá bañada de poesía y musicalidad. La tristeza y la desesperación siempre fueron magníficas excusas para la alta literatura.

Texto e imagen: Rafael Caunedo

 

la foto (2)

 

 

 

 

 

 EN EL LADO SOMBRÍO DEL JARDÍN

     Eva Losada Casanova

     Editorial Funambulista

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