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La democratización del arte

Por Paloma Rodera , 11 marzo, 2014

Recuerdo la primera Noche en Blanco que se celebró en Madrid y a la que yo asistí, gustosa de ver como el arte se abría en un horario nocturno, de como su gratuidad, su alevosí, eran reclamo para aquellos que no se acercaban a sus muros de manera asidua. Yo estaba en los primeros años de mi carrera de Bellas Artes y, posiblemente los ideales eran más puros de lo que son ahora. Siempre había pensado que el arte debía estar al alcance de cualquier par de ojos que quisiera perder el tiempo en detenerse y mirarlo. Creía firmemente que el gusto se educa, pero que cualquier ser humano tiene predisposición a orientar su sensibilidad y ver aquello que otro no ve.

Con la invención de la fotografía el arte tuvo de alguna manera que reinventarse; llegando al extremo de separarse sobre manera de los ojos contemporáneos que los espectadores ya no usan dentro de los museos. Creemos que sabemos leer mejor Las Meninas de Velázquez que El Guernica de Picasso, sólo porque las primeras son figurativas, entendemos sus formas, pero pasamos por alto de forma dramática todos y cada uno de los detalles, de las metáforas que escapan a nuetro tiempo y que no comprendemos. Pero nos quedamos tranquilos porque nuetro ojo asocia formas que convierte en siluetas, y es así como creemos que entendemos ese cuadro. Veamos el segundo ejemplo, el Guernica de Picasso. Aparentemente no es el mismo realismo, sin embargo la fuerza, la grisalla y la potencia de la línea y la composición pueden ser capaces de decirnos mucho más que las figuras de Velázquez.

No hablemos de los avances tecnológicos y de la posibilidad de ser fotógrafos desde nuestros teléfonos y otros aparatos tecnológicos que no sólo nos permiten ofrecer nuestro modo distinto de mostrar la realidad, si no a su vez mostrarlo, compartirlo con el mundo, exponiéndolo en cualquiera de las condiciones que nos encontremos y en casi cualquier punto del globo terráqueo de una manera instantánea.

Recuerdo cómo acabó aquella Noche en Blanco, intentando traspasar las puertas del Museo Thyssen. Tras ellas, intentar pasear por las salas se hacía tarea imposible, y más aún, intentar ver alguno de los cuadros. Años después sigo sin tener una opinión bien formada al respecto. ¿se debe demoratizar el arte?


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